Helpless

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Greed-ler abrió con cuidado la ventana del baño, haciendo un gran esfuerzo por entrar por aquella ventana algo reducida de tamaño. Salió del cubículo, mirándose al espejo para acomodarse el traje y peinar un poco su cabello. Sonrió, fácilmente se podía hacer pasar por un chico de buena familia, salió del baño, observando a todos aquellas personas millonarias.

Por un momento se preguntó quienes serian los hijos del guardián del bosque, tal vez serian dos personas con las mas finas y caras vestiduras. No, no apostaría por algo inalcanzable, con una persona al azar le bastaba por esa noche. Se acercó a una joven, entablando una conversación.

Once-ler POV~

-Te odio-dije mientras mi hermana me jalaba de la manga del traje gris que llevaba puesto.

-Yo también te amo, vamos, Oncie. Dijiste que asistirías, ya estas en la puerta, la fiesta esta a menos de diez pasos no puedes arrepentirte ahora.

-Al menos me hubieras dejado traer mi sombrero.

-No iba con el traje, y esta fiesta es casi de etiqueta, ese sombrero es lindo, pero no por esta noche.-Le gruñí, comenzando a caminar sin ninguna otra alternativa. Le prometí que iría y yo no rompía mis promesas. En cuanto puse un pie en el recibidor todas las miradas se posaron en nosotros.

-Norma, ¿Al menos podemos irnos al jardín?-Miré a mi lado, entrando en pánico al no ver a mi hermana. Lleve una de mis manos a mi rostro, era de esperarse que se fuera a buscar a "el amor de su vida", probablemente no la iba a encontrar hasta pasadas algunas horas.

-Joven Once-ler, ¿Verdad?-Hice una mueca cuando aquel señor de ya pasados setenta años tomó mi mano, besándola.

-Si, ¿Qué se le ofrece?-Intente poner mi mejor sonrisa, no era la primera vez que un viejo rabo verde quería cortejarme, la inmortalidad era muy buscada por ese tipo de gente, pero seguían sin entender que así no funcionaban las cosas.

Escuché por casi una hora como el anciano hablaba sobre su vida y todo lo que hizo en su juventud, y luego vino la propuesta indecente de siempre.

-Lo siento, pero no estoy interesado en contraer matrimonio. Mi trabajo es...

-Es una lastima, pero aun no me rindo jovencito.-Me guiñó, para luego alejarse algo molesto.

-Nunca me dejan terminar de explicar.-Susurré, a nadie le importaba el porque de mi decisión, solo les importaba si podía o no contraer matrimonio. Me di la vuelta dispuesto a buscar a Norma, solo para encontrarme con otro estúpido pretendiente. Miré a todos lados, rogando porque mi hermana estuviera cerca para que me salvara. La divisé a lo lejos, bailando con un tipo que no pude ver bien, con un montón de gente al rededor. Si, Norma tenia talento para socializar y disfrutar el momento, yo por otra parte, solo quería irme a casa.

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Bostecé por quinta vez, ya ni sabia que pretendiente era ese, ¿el séptimo? ¿el decimo? ¿El vigésimo? Ninguno había dejado que formara mas de dos palabras antes de cortar la conversación para seguir hablando de ellos mismos y de los lujos que poseían, incluso ya tenia varios regalos caros en mis bolsillos, regalos que luego iba a regalar.

-Lo siento, pero tengo que buscar a mi hermana.-Le interrumpí a la mujer frente a mi, huyendo lo mas rápido que podía de ese grupo de gente. Sonreí al ver a Norma en la mesa de comidas, cargando dos copas de vino.

Estaba por hablarle, estando a solo tres pasos de ella, luego... solo vi un par de ojos verdes que me miraban desde el otro lado de la pista de baile.

Austeridad y codiciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora