El tiempo parecía volar en la vida de esa hermosa familia. Pronto pasaron un par de meses en los cuales el trabajo había disminuido, aunque aún se encontraban ocupadas algunos días, pero siempre disfrutando al máximo el tiempo que estaban juntas.
Ese día Aracelis se encontraba dando una presentación en un evento, y Elena y Odette fueron al centro comercial en busca de los últimos toques para su atuendo el día de la boda que sería en unos días más. Con sus ocho meses de embarazo era imposible para Elena ocultar esa hermosa barriga de embarazada, y tampoco quería hacerlo. Lo que necesitaba eran unas zapatillas con algo de tacón, pero a la vez cómodas. Había días que no aguantaba sus pies, aunque la hermosa Ara siempre acudía a su rescate dándole masajitos.
Elena: Ah, aquí es. Ojalá tengan lo que busco (mirando los zapatos elegantes a través de la ventana)
Odette: Mami Ele, ¿y después de esto iremos por un helado?
Elena: Claro que si, mi amor ¿De cual se te antoja?
Odette: Hmm, de chocolate esta vez.
Elena: Me encanta. Yo quiero de fresas (sonrió tomando su mano)
Ambas entraron la lugar, Elena probándose diferentes zapatos. La pequeña Odette desesperándose con el pasar de los minutos, ansiosa por ese helado prometido, y en un minuto que Elena se distrajo la mini terremoto desapareció de su lado.
Elena: ¿Odette? ¡Ay, no, no, no! (exclamó)
Con su corazón latiendo a mil por hora, sintiendo como si se le fuera a salir del pecho, Elena salió en busca de Odette, gritando su nombre, pidiéndole ayuda a los de seguridad. Las lágrimas no tardaron en correr por sus mejillas, caminando de tienda a tienda lo más rápido que podía con esa barriga de por medio.
Su mirada por fin la localizó, la vida regresándole a su cuerpo. Odette se encontraba enfrente de una tienda de mascotas, observando por la ventana unos conejitos blancos.
Elena: ¡Odette Roselix Novas! (gritó)
Odette volteó asustada, segundos después Elena la abrazó con todas sus fuerzas, su cuerpo temblando por el susto de haberla perdido por esos minutos que parecieron una eternidad.
Elena: No vuelvas a hacer eso, Odette.. pensé que te había perdido. ¿Por que te fuiste de mi lado?
Odette: Perdón mami, pero es que me aburrí.. y desde la ventana vi esta tienda, se veían tan bonitos los conejitos..
Elena: Pero mi vida, casi muero del susto. Me hubieras dicho que ya estabas aburrida, no irte de esa manera.. Ay no, mami Ara me va matar cuando se entere.
Odette: No, no, y a mi va regañar también (haciendo pucheros)
Elena se mordió el labio, pensando por unos segundos. Ara era dulzura andando, pero la rara vez que se enojaba hasta daba miedo.
Elena: ¿Secreto entre nosotras?
Odette: ¡Secreto!
Después de pagar los zapatos que había elegido Elena, y de esa larga charla comiendo helado donde Elena le volvía a repetir a Odette no volver a escaparse de esa manera, las dos regresaron a casa.
Cuando Aracelis por fin llegó de su largo día de trabajo supo exactamente donde encontrar a los amores de su vida. El delicioso olor a brownies invadía la casa, y las risas de Ele y Odette se escuchaban venir desde la cocina. Se acercó lentamente a la puerta sin hacer ruido, observándolas con ojos llenos de amor. Las dos estaban sentadas en la mesa, narices embarradas de mezcla de brownie, comiendo sus creaciones acompañado de un vaso con leche.
Odette: Y eso es lo que me gustaría de regalo para mi cumpleaños, porfis mami (juntando sus manitas en súplica)
Elena: ¿Un conejito? Pero mi amor, ya tienes demasiadas mascotas. Kiki, la tortuga esa, mil pajaritos..
Odette: Pero un conejito no tengo, y esos que vi en la tienda son tan lindos. Porfis, prometo no escaparme de nuevo.
Aracelis: ¿Como que te escapaste, Odette? (Alzó su voz entrando a la cocina)
Elena y Odette brincaron del susto, mirándose nerviosas una a la otra.
Aracelis: Estoy esperando (dijo cruzando sus brazos)
Elena: Amor.. es que, en el centro comercial, por unos minutos..
Odette: Me le escape un ratito a mami Ele.. pero solo fui a ver los conejitos.
Aracelis: ¿Qué? ¿Se te perdió Odette? ¡Elena Castellano!
Elena: ¡Lo sé, lo sé! Me siento terrible (comenzó a llorar)
Odette: ¡Mami! No fue culpa de Ele, yo quería..
Aracelis: Si, ir a ver a los conejitos, pero no te vas así Odette, y tu Ele ¿como se te fue? Aish, no puedo con esto.. me voy a dormir.
Odette abrazó a Elena secando sus lágrimas y ella le sonrió, respirando profundo para calmarse.
Elena: Ahora si que está enojada con nosotras.
Odette: Nunca la había visto así. Pero se le pasará, ¿verdad?
Elena: Claro que si, mi amor. Mami Ara nos quiere mucho. Ya veremos cómo contentarla.
Después de recoger todo en la cocina se retiraron a dormir, Elena contándole un cuento a Odette, dejando pasar un poco más tiempo para ver si se calmaba más Aracelis. Entrando a la recámara estaba todo obscuro, la silueta inmóvil de Ara en la cama. Elena se cambió a su pijama, acostándose a su lado. Aracelis parecía dormir, pero Elena sospechaba que aún estaba despierta.
Siempre a la hora de dormir Aracelis acariciaba su pelo, cantándole suavemente, pero esta noche, por primera vez, esos cariños estaba ausentes. Elena trato de abrazarla por la espalda, pero con esa panza era imposible. Aracelis giró, suspirando.
Aracelis: ¿Como fue que sucedió eso, Elena?
Elena: Un momento estaba a mi lado y de repente ya no estaba. Sentí que me moría, la encontré a pocos metros en la tienda de mascotas.
Aracelis: No lo podría soportar si nuestra hija se fuera a perder..
Elena: Yo tampoco, tuve una larga charla con ella de no desaparecer de esa manera. Prometió no volverlo hacer, y yo prometo ser más atenta.. perdónanos ¿si?
Aracelis: Las amo, y las perdono. Pero eso no me quita lo enojada que estoy.
Elena: ¿Y si te hago piojito y te canto yo esta noche?
Aracelis: No es suficiente, pero es buen inicio.
Elena sonrío, dándole un tierno beso. Aracelis se acomodó, recostando su cabeza en su pecho, Elena acariciando su pelo mientras le cantaba esa canción, la canción con la que Aracelis entró a su corazón.
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𝓔𝓷𝓪𝓶𝓸𝓻𝓪𝓭𝓪𝓼
FanfictionDos mujeres de personalidades y mundos diferentes, ambas sintiéndose atrapadas en la vida que llevan. Un encuentro casual cambia sus destinos, dirigiéndolas a esa libertad y esa felicidad que ellas tanto anhelaban.