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Hanna se veía claramente molesta mientras caminaba con su mirada fija en mí, pero uno de los guardias la detuvo. Yo seguía tranquilamente fumando cuando llamaron a la puerta. Apagué el cigarrillo con el zapato y caminé hasta la puerta. Al abrirla, me encontré frente a James, quien lucía una vestimenta que resaltaba su físico: una camiseta negra ceñida que marcaba claramente los contornos de sus músculos trabajados, pantalones de chándal con cordones ajustados a la cintura que caían holgadamente hasta encontrarse con un par de zapatillas deportivas blancas que completaban su look atlético.

—Hola, Joshua —dijo con su tan reconocible voz grave e inexpresiva.

Aunque lo escuchara o lo viera mil veces, seguía provocando que mi corazón latiera rápidamente y mis manos sudaran.

—Hola —le sonreí.

—Creo que debe de ser muy aburrido estar aquí dentro, así que he decidido que me acompañes a pasear a mis perros.

¿Cómo puedes ser tan inexpresivo, James Edward White, y aun así provocar tal nerviosismo en mí?

—Claro —me miré a mí mismo—. Creo que debería cambiarme de ropa y ponerme algo más adecuado.

—Está bien, esperaré por ti.

Entonces se adentró en mi habitación.

—Bien, no tardo.

Busqué mi ropa y lo miraba de vez en cuando. Él decidió sentarse en mi cama. Entré al baño aún nervioso y comencé a cambiarme, hasta que noté que había olvidado mi camisa.

—Vamos, Joshua, no es la primera vez que te vería sin camisa —me animé a mí mismo en un susurro—. Además, tienes un buen cuerpo, un six-pack bien marcado, nada que nadie no quisiera ver.

Tomé un suspiro y, muy seguro de mí mismo aunque los nervios me carcomían por dentro, salí del baño.

—Disculpa, olvidé mi camisa.

—¿Esta? —Entonces me mostró mi camisa, la cual colgaba de uno de sus dedos—. En realidad, no la olvidaste, se te cayó antes de entrar.

—¿Por qué no me lo dijiste cuando lo notaste?

Me acerqué con la intención de tomar mi camisa, pero él fue más rápido y la quitó de mi alcance.

—No lo sé, quizás quería deleitarme con la vista de anoche. —Y por primera vez sonrió, una sonrisa que provocó que mi respiración se detuviera.

Intenté quitársela de nuevo y él estiró su brazo hacia atrás. Traté de nuevo, lo que provocó que cayera encima suyo. Comencé a reír, de pronto la puerta se abrió de golpe y ambos miramos rápidamente hacia ella.

—¿Qué están haciendo así? —gritó histérica Hanna.

Me separé rápidamente de James, quitándole mi camisa y poniéndomela.

—¿Usted qué cree? La verdadera pregunta sería ¿por qué usted está entrando así a una habitación ajena? —habló James con firmeza.

—Tu padre se molestará si se entera.

—¿Enterarme sobre qué? —Isaac iba pasando.

—Encontró a Joshua encima mío sin camisa.

—¿Y por qué debería molestarme por eso? ¿A mí qué me importa? ¿No tenían la puerta cerrada o qué?

—Entró sin tocar —dije yo.

Isaac rodó los ojos y Hanna se mostró aún más enojada.

—Vámonos y déjalos en paz. Es su vida, ellos ya son adultos y saben lo que hacen.

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