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Han pasado cuatro días desde el ataque y aún no hemos recibido apoyo. Hanna parece cada vez más la culpable perfecta, pero sin pruebas no podemos confirmarlo. Es lunes por la mañana, miro el reloj y son exactamente las nueve. Me levanto y me dirijo directamente a ducharme. Salgo con una toalla envuelta en la cintura, y justo cuando planeaba cambiarme, llaman a la puerta.

Abro con una sonrisa; es James, vestido con una camiseta polo gris ajustada que resalta su musculatura. Lleva un pantalón negro que se ajusta a sus muslos, un cinturón, y unos zapatos negros. En su brazo cuelga un saco negro y en su muñeca luce un reloj gris.

—Parece que siempre está aquí esperándome sin camisa —dijo James, recorriéndome con la mirada.

—Empiezo a sospechar que tienes una cámara en mi habitación y vienes cada vez que sabes que estaré sin camisa.

—No es así, pero acabas de darme una idea.

—¿Necesitabas algo? No creo que hayas venido solo para mirarme en toalla.

—¿Acaso no me crees capaz, joven Romero? —Su voz sonó aún más ronca.

—Claro que te creo capaz, pero estoy seguro de que esta no es la ocasión.

—Bueno, en eso tienes razón. ¿Puedo pasar?

—Solo si puedes esperar unos minutos aquí mientras me pongo ropa. No quiero repetir el incidente de hace unos días.

Una pequeña sonrisa asomó en los labios de James, que desapareció rápidamente mientras se pasaba los dedos por los labios.

—Te esperaré.

El frío azotaba afuera junto con algo de lluvia, así que me decidí por algo cálido: una sudadera verde, unos pantalones sueltos color caqui y unos Converse.

—Listo —dije al abrir la puerta.

—Solo quería informarte que te asignaremos escoltas. Bueno, no solo a ti, también a tus amigos —dijo mientras caminaba por mi habitación.

Cerré la puerta.

—¿Estás bromeando, verdad?

—Yo no bromeo, Joshua. Es totalmente en serio. Antes de que digas que no lo necesitas o que sabes defenderte solo, esto no se trata solo de defensa física. Hay más cosas que podrían ponerte en peligro.

Lo miré en silencio.

Llamaron de nuevo a la puerta. James fue quien abrió, y entró Ashton.

—¡Joshi! —saludó Ashton feliz, acercándose a abrazarme.

—Déjalo —James se interpuso para evitar el abrazo.— Joshua, ella es Valeria.

De la puerta entró una mujer con facciones delicadas. Sus ojos grandes y expresivos, enmarcados por espesas pestañas negras, y sus labios carnosos, de un rojo intenso, acentuaban su belleza clásica. El cabello oscuro, ondulado y suelto, caía en cascada sobre sus hombros. Llevaba un elegante traje de sastre negro, compuesto por un blazer entallado y pantalones ajustados a juego. La camisa blanca, impecablemente planchada, contrastaba con la corbata negra suelta.

—Buenas tardes, joven Romero. Es un gusto conocerlo —habló sin ninguna expresión—. Espero ser de su agrado.

Si no la conociera tan bien, diría que realmente le importa llevarse bien, pero a Valeria no le importa caerle bien a nadie. No soporta a las personas.

—Un gusto, Valeria. Espero que sí —le sonreí.

—De ahora en adelante, será tu sombra. Donde vayas, irá ella —dijo James mientras miraba su reloj—. Tengo que irme.

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