4

1K 76 208
                                    

James decidió acompañarnos y nosotros no nos opusimos.

Nos dirigimos a la camioneta y al subir, vimos que James ya estaba dentro, sentado y en una llamada.

—Lo sé —colgó la llamada.

Durante todo el camino, los chicos y yo conversamos, mientras que Harry solo estaba en su teléfono, en llamadas, así que no lo incluimos en la charla.

—Llegamos —dijo el chofer.

Todos bajamos de la camioneta y comenzamos a caminar por el centro comercial.

—Tengo que ir a otro lugar. Este es mi número; llámenme si necesitan algo o si ya quieren irse —dijo James, entregándome un papel.

Aprovechamos para comprar un teléfono desechable y llamar a nuestros superiores, informándoles de cómo iba todo. Después de la llamada llena de códigos e indicaciones, rompimos el chip del teléfono, al igual que el aparato, y los tiramos.

—Hay que comprar algo para disimular —sugirió Arturo.

Victor y yo estuvimos de acuerdo. Compramos recuerdos de Inglaterra, unos cafés y luego llamé a James.

—¿Quién habla?

—Soy Joshua. Ya terminamos de comprar. Estamos donde nos separamos.

—Llego en un minuto —colgó sin más.

Tal como dijo, en un parpadeo estaba a nuestro lado.

—¿Quieren ir a otro lugar?

—No, solo queríamos hacer unas compras pequeñas, gracias —le sonreí mientras mostraba las bolsas de supermercado.

Me miró por un rato y luego se volteó, caminando hacia la salida.

—Haré una parada y después iremos a casa.

Nosotros asentimos de acuerdo. En el camino tratamos de conversar con él, pero solo respondía de manera seca, haciendo la conversación incómoda. Después de unos minutos en la carretera, llegamos a su destino.

Entramos a una tienda de motocicletas. James habló con algunos trabajadores y, por primera vez en todo el día, lo vi sonreír. Una sonrisa que haría que cualquier mujer actuara como una colegiala enamorada con solo verla. Después de unos minutos, le entregaron una motocicleta, una Kawasaki Ninja color negro.

—Está hermosa —comentó Arturo.

—Sí, lo está —respondió James, mirando cada detalle de su motocicleta—. Los seguiré desde la moto; quiero estrenar esta belleza.

Nos encaminamos hacia la casa y vi cómo James aceleraba su moto. En un momento, miró hacia nosotros y luego regresó su mirada a la carretera, acelerando y adelantándose.

Llegamos a la casa. James bajó de la moto, se sacó el casco y despeinó su cabello, con una pequeña sonrisa en sus labios.

—Está genial tu moto —dijo Arturo con emoción.

Comenzó a hablar con James y Victor sobre la moto, mientras yo me alejé un poco para fumar un cigarrillo.

—Es mucho mejor cuando la conduces tú. Cuando quieras te la presto, claro, solo si sabes conducirla —dijo James con su usual tono inexpresivo.

—Yo no sé, pero Joshua sí —respondió Arturo, y todas las miradas se posaron en mí.

—¿Sabes conducir?

—Lo he hecho algunas veces —respondí, tirando la colilla del cigarro y pisándola.

James me miró analizando y asintió. Una brisa fría chocó con mi cuerpo, haciéndome estremecer y provocando que me abrazara a mí mismo.

—Vamos adentro. No están acostumbrados a este clima y pueden resfriarse —comentó James, aún mirándome.

Cuando entramos, James comenzó a hablar por teléfono, alejándose de nosotros. Hanna salió de la sala con una amplia sonrisa en su rostro.

—¿Qué tal estuvo el día, cariño? —me dio un sonoro beso en la frente que me hizo sentir incómodo—. Sé que no estuve aquí para que podamos convivir y conocernos más, pero el trabajo me llama. Espero que estuvieras cómodo con James. Él es como un hijo para mí y me encantaría que se vieran como hermanos.

—Bien —dije a secas, tratando de evitar alargar la conversación—. Nos divertimos.

—Me alegro, bebé —miró su reloj—. Bueno, cariño, tengo que regresar a trabajar. Solo quería saber cómo iba todo y comer algo —me dio un beso en la mejilla, haciéndome sentir asqueado.

Subí las escaleras hacia mi habitación. Victor y Arturo me acompañaron. Nuestra noche se basó en hablar sobre la misión, claro, todo en códigos, y bromeamos un poco.

—Tengo sueño —dijo Arturo, tomando un trago de su café y mirando los documentos, cansado.

—Vayan a dormir, ya es muy tarde. Mañana seguimos.

Ellos estuvieron de acuerdo y se fueron a su cuarto. Me di un baño rápido y salí secándome el cabello. Puse una serie.

—Solo dos capítulos y a dormir —me dije a mí mismo.

Al final, terminé viendo hasta la tercera temporada. En algún punto de la noche comencé a sentir sed, así que decidí bajar a la cocina.

—Despertaste muy temprano —dijo mi madre cuando me vio.

Yo me quedé estático.

—Ah, sí, sucede que ayer dormí temprano —dije, acomodando mi cabello.

—Buenos días, Josh. No creí que fueras alguien madrugador —dijo Isaac, mirándome. Detrás de él estaba James, y puedo jurar que lo vi sonreír por un segundo antes de regresar a su expresión habitual.

—Iré a cambiarme —dije, sintiéndome avergonzado por mi pijama.

—Olvidé mi teléfono, ahora vuelvo, padre.

James y yo caminamos juntos por las escaleras.

—Linda pijama —escuché decir a mis espaldas, pero cuando volteé, ya estaba cerrando la puerta de su habitación.

Mi imaginación me va a volver loco; la esquizofrenia pega duro a esta edad.

Entré a mi habitación, me duché y me puse jeans y una sudadera negra. Bajé a desayunar y, por suerte, me informaron que los tres se habían ido a trabajar. Informé a mis superiores con un código sobre eso, y encendí el micrófono que Arturo había dejado estratégicamente en la camioneta.

CazadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora