CAPITULO 4

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Abrí los ojos de golpe, era de día y los rayos del sol entraban por el ventanal.

Me levante, todo seguía igual que ayer, me mordí los labios nerviosa y a la vez preocupada por mi madre.

Escuche la puerta abrirse, dirigí mi mirada hacía ella entro él.

— Buenos días —. Saludo

— ¿Que tienen de buenos días? —. Pregunte molesta

— Al tenerte aquí todos los días son buenos —. Se acerco a la cama a pasos lentos

— Ahora cambiate de ropa porque vamos a salir —. Se dio la vuelta y quiso salir de la habitación

— ¿A dónde? —. Me levante de la cama

— Voy a ir a hacer unos tratos con unos inversionistas, pero tengo que llevarte y presentarte como mi nueva prometida —. Sonrió de oreja a oreja

— ¿De qué estás hablando Sebastián? —. Frunci el ceño confundida

— Ohh, me encanta como suena mi nombre en tu boca Mónica —. Se dio la vuelta y camino hacía a mi

Mis ojos se abrieron de golpe al saber que no estaba muy lejos de mi, quise desviarme pero él con sutileza me tomo del antebrazo.

— Tienes que dejarme ir, mi madre esta muy enferma y me necesita —. Hable preocupada

— Tranquila, tranquila —. Paso una de sus manos por mi rostro acariciándolo, me aleje de él, para que no siguiera tocándome

— Eso ya es asunto arreglado, a tu madre le acabo de hacer llegar la invitación de nuestra boda —. Me jalo pegando su cuerpo al mío

— ¡¿Que?! ¿De qué me estás hablando? —. Quise alejarme

Pero en un abrir y cerrar de ojos él me acorralo contra la pared.

Me tomo fuertemente de las manos y las subió arriba de mi cabeza, metió una de sus piernas entre las mías.

Dejándome sin escapatoria, lo mire con odio.

— Tú y yo nos vamos a casar Mónica —. Sus ojos brillaron como la luz de una estrella en el cielo

— ¡No, yo nunca me voy a casar con un maldito enfermo cómo tú! —. Quise salir de su agarre, pero él se aferro a el como un imán

— Que lástima, tú ya me perteneces ya eres de mi propiedad y eso nadie lo va a poder cambiar —. Lamió mi cuello

— ¡Suéltame! —. Grite

— Quiero consumirte en el fuego de mis deseos y hacer que ardas en mi infierno —. Trague saliva

Sus palabras despertaron algo en mi, no sabía a exactitud que era... Pero mi cuerpo se sentía extraño.

— Tú jamás podrás tenerme Sebastián —. Escupí con rabia

— Ya lo veremos Mónica —. Me miro

Su rostro se acerco más al mío, al punto solo de dejar unos pocos centímetros de separación entre nuestros labios.

— Tú nunca podrás hacerme sentir mujer —. Sonreí

Sentí como su cuerpo se pegó más al mío, como si él quisiera que fuéramos uno mismo, se acerco a mi oído y susurro.

— No es la caricia, es quien te toca —. Una de sus manos soltó su agarre de una de las mías

Pero con sutileza la tomo con la otra, su mano se deslizó como mantequilla por mi abdomen.

Y con delicadeza metió su mano dentro de mi ropa interior, viajo hacía mi clítoris, y con suavidad comenzó a masajearlo.

— ¡No me toques! —. Lo mire directamente a los ojos

Él sonrió con picardía y sin previo aviso metió un poco su dedo dentro de mi.

Abrí los ojos de golpe al sentir como empezaba a moverse dentro de mi, uno de sus dedos se deslizaba por mi clítoris.

Cerré los ojos disfrutando de el momento, mordí mis labios con fuerza callando mis gemidos.

Sus dedos se movían rápidamente que hacían que mi cuerpo temblara de placer.

— Ven y rompe la tensión que hay entre los dos con los gemidos que solo a ti te pertenecen —. Mordió un poco el lóbulo de mi oreja

Abrí la boca pero aún callando mis gemidos, abrí los ojos y entonces arqueé mi espalda sintiendo como mi cuerpo se liberaba y llegaba al orgasmo.

Lo mire y sentí como la vergüenza invadió mi cuerpo, baje la mirada y entonces él me soltó tomando mi barbilla entre una de sus manos.

— No te avergüences de nada hoy acabas de caer en un deseo sucumbido por mi —. Sonrió

Sacó su mano de mi ropa interior, y sin dejar de mirarme acerco sus dedos a su boca y los lamió.

Mi lengua pico y lo único que pude hacer fue morderla, me sentía confundida y no sabía que hacer.

ME PERTENECES (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora