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No te rindas, no me
rendiré.
Déjame amarte.

— Justin Bieber (Let me love you)



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“Segunda regla, no lo dejes entrar a casa”

Las palabras de Donghyuck siguieron rondando en su cabeza, haciendo que recuerde la vez que su madre no dejó pasar al pelinegro a su casa, a pesar de que éste estuvo desgastando sus nudillos por más de una hora.

Sigue ocultándose del pelinegro durante los días siguientes, no quiere verlo porque sabe que no podrá resistirse. Nadie puede resistirse a Johnny Suh.

Los minutos de descanso entre clases se la pasa oculto en la biblioteca, un lugar donde sabe, Johnny jamás iría. Pronto las vacaciones llegarán, con eso no tendrá que seguir ocultándose en otro lugar que no sea su habitación.

Solo tenía que seguir evitando el contacto de su antiguo novio por un poco más. Pero, para la suerte de Mark, eso no estaba en los planes del mayor.
Johnny observaba desde lejos como el rubio pasaba las hojas del libro que leía, acomodando sus lentes de vez en cuando, teniendo las cejas juntas y los labios fruncidos, completamente concentrado en la información y no en como personas que salían, dejándolos solos con la mujer que vigilaba el lugar.
Con una idea en mente, Johnny hizo uso de sus buenos genes y consiguió librarse de la mujer.

Los días sin el rubio habían sido realmente desesperantes para el pelinegro, no sólo por el hecho de que las últimas palabras que escuchó del menor habían sido dolorosas, sino porque no había dejado que hablaran sobre ello y lo resolvieran, como había pasado muchas veces antes. En cambio, tuvo que ignorarlo por dieciocho días, porque sí, Johnny los contaba.

Pero ahora no tendría salida, iban a hablar si o si y el pelinegro estaba seguro que volverían a estar como antes. Tenían que estarlo.

— Oye, el timbre sonó hace como cinco minutos —una risa burlona acompaña lo dicho, haciendo que el cuerpo entero del menor se tense al reconocer a quien pertenece.

Los bonitos ojos de Mark se dirigen hacia el rostro del chico que se ha sentado frente a él en la mesa y rápidamente voltea a ver a todos lados, dándose cuenta de que se encuentran solos en el lugar. Traga nervioso sin siquiera darse el lujo de responder a las palabras del pelinegro y quiere correr.

Quiere correr porque sabe lo que pasa cuando Johnny tiene en su rostro aquella linda, pero traviesa sonrisa.

Se levanta en su lugar, sin tomar sus cosas, pero antes de que pueda largarse a cualquier lugar en el que pueda olvidarse de esos ojos que le encantan, Johnny tira de él.

El libro que yacía en la mesa cae al suelo cuando el mayor sube a Mark a ésta, sus labios se encuentran, danzando entre sí en un ritmo necesitado. Las manos de Johnny se posicionan en la cintura del rubio con leve fuerza, mientras las contrarias se vuelven puños en sus hombros, apretando la tela de la camiseta que Johnny lleva.

Cuando el pelinegro abandona la boca contraria, la imagen de Mark llorando es lo primero que sus ojos ven y su pecho duele al ser empujado lejos, sin que antes pueda limpiar las mejillas húmedas de su lindo rubiecito.

— N-no quiero que m-me vuelvas a tocar, J-Johnny.

— Amor... Hablemos. Lo que dijiste no...

— Lo que dije fue en serio, Johnny.

— No, no es cierto —vuelve a acercarse aún contra la protesta del menor y sujeta su rostro entre sus manos para volver a besarlo — Me sigues queriendo, Mark.

— No, se acabó Johnny, suéltame.

El menor forcejea hasta que se deshace del agarre y no deja que el pelinegro vuelva a retenerlo. Toma sus cosas de manera torpe para irse, deteniéndose un segundo en el camino a la salida cuando escucha la voz del mayor volver a hablar.

— No me voy a rendir tan fácil, lo sabes —logra oír antes de cruzar la puerta y partir a otro lado.

¿Sería malo esperar que Johnny cumpla con lo que dijo?

New Rules ─JOHNMARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora