Orden de la Reina •|Osamu Dazai|• (En Edición)

Especial 4

Kate se encontraba sentada sobre el colchón, con la espalda apoyada en el bulto de almohadas que había colocado su marido de antemano para asegurar su comodidad. Tenía una mano sobre su —ya bien desarrollada— barriga, acariciándola con todo el amor posible, mientras que con la otra aguantaba el teléfono en su oído, escuchando todo lo que su amiga le estaba diciendo.

Esa mañana era especial sin duda, hoy toda su familia celebraba el día de las madres, la celebraba a ella. Osamu se comportaba amoroso sin la necesidad de molestarla o sacarla de sus cabales, hoy estaba bien tranquilo, preparando el desayuno solo para ella, ¿quién sabe que otra sorpresa estuviera guardando? Sus dos pequeños, las luces de sus ojos, trataban por todos los medios de llevarse bien aunque fuera solo por hoy, porque sabían lo importante que era para ella que no discutieran, que cesaran las provocaciones, por lo menos por hoy.

Ya había solicitado una licencia en su trabajo por su embarazo, y pronto inminente parto; aprovechaba sus ratos sola en la casa para adelantar su libro, quería terminarlo lo antes posible, tenía muchas esperanzas.

—Claro que te estoy escuchando, Isabella —dijo obvia pero mintiendo, con una sonrisa en su rostro. Su pequeña —porque ya habían confirmado que era una niña— había pateado su barriga, provocándole un remolino de emociones positivas. Cuando Margaret y Lucian nacieron, lo único que ella sabía que extrañaría del embarazo era esa sensación de paz que le daba cuando alguno de sus bebés hacía aquello. Estaba más concentrada en reír mientras se palmaba el estómago que en escuchar a su mejor amiga—. Pronto también podré felicitarte... ya sé que estás aterrada, pero también sé que no te arrepentirás.

Cuando Ekaterina conoció a Isabella de adolescentes, esta aclamaba que nunca tendría hijos, principalmente porque le daba pánico que una vida dependiera de ella sabiendo lo torpe que podía ser a  veces, continuando por el dolor que seguramente causaría traerlo al mundo y finalizando con la serie de responsabilidades que conllevan. En su momento, la castaña estuvo de acuerdo con eso, anque tenía razones distintas, también se encontraba insegura con la posibilidad de procrear una vida, sabía de la relación de sus padres y lo tóxico que se tornaba todo con los años, además de que tenía malas experiencias, no se creía capaz de ser una buena madre habiendo vivido todo lo que pasó.

Afortunadamente Dazai se llevó todas sus dudas como una tormenta, y cuando se enteró de que esperaba un bebé de él, su corazón se apretujó de una forma inexplicable, y sintió que había nacido por ese momento. Concluyó que con la persona correcta no le tenía miedo a nada, y sabía que Dazai era su persona correcta, como también sabía que Chuuya era la persona correcta de Isabella, tal vez por eso ella se armó de coraje para decidir tener al niño.

Que cosas, Ekaterina, Celeste e Isabella embarazadas a la vez, parecía cosa del destino.

Luego de terminar de hablar con su mejor amiga, justo cuando colgaba el teléfono, Osamu asomó a la puerta con una bandeja que cargaba el desayuno de la hambrienta mujer.

—¿Isabella? —inquirió, caminando dónde ella sin mucho esfuerzo.

—Dice que regresa a Japón —Kate se acomodó para poder recibir la bandeja. Se veía delicioso, el castaño se había encargado de preparar un exquisito huevo con tocino, justo como ella había pedido, además añadió un vaso de jugo de naranja y una hermosa rosa acostada a lo largo—. No queda mucho para que su barriga comience a hincharse. Me parece muy valiente que lo abandone todo por su bebé.

—Bueno, siendo justos —mencionó el varón, sentándose cerca de su esposa. Con sumo cuidado acomodó detrás de la oreja de la fémina algunos rebeldes cabellos, sonriéndole sincero. Amaba esa vista, ella, tirada en la cama, esperando otra criatura; aunque por poco podían con Margaret y Lucien, no podía esperar a que la nueva princesita llegara al mundo —Chuuya abandonó todo por ella en su momento, dejó la mafia y se fue a vivir a Los Angeles a su lado, solo para verla cumplir su sueño.