Capitulo 2.

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CAPITULO 2

Mikahil se encontró de nuevo rodeado de humanos. Estaba tan débil que le era casi imposible ignorar los pequeños corazones de toda esa gente. Sus colmillos crecieron, instándolo a morder a todas esas personas.

Haciendo acopio de toda su férrea fuerza de voluntad avanzó entre esos montones de sangre caliente hacia el único lugar en el que se le ocurría buscar a su destinada. El aquelarre de brujas de New York.

Esa era de las pocas cosas que sabia de ella. Era una bruja. Una tentadora para él.

El aquelarre se encontraba a las afueras de la ciudad. Todos los clanes de brujas preferían situarse a las afueras de grandes ciudades. Lo bastante cerca como para estar siempre rodeadas de gente, pero lo bastante lejos para tener espacio para su magia.

Tenia tres horas exactas para ir al aquelarre y volver con su bruja. No seria complicado convencerla de que le acompañara, Lander solo había pretendido asustarlo. Que cabrón. Si algo tenia Mikahil claro de si mismo es que era un imán para todas las mujeres en general. Su destinada no seria distinta.

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Gabriel paseaba tranquilamente por el bosque mágico detrás del aquelarre. Para los mortales ese bosque no existía, pero las brujas lo habían creado y ocultado a los ojos curiosos.

Los bosques eran importantes para las brujas. Llevaban practicando magia en ellos mucho antes de que el tiempo existiese. Aunque podían vivir sin ellos siempre preferían tener uno cerca. Transmitían paz y calma. Seguridad. Y Gabriel necesitaba todo eso esta noche.

De nuevo los intentos de sus tías para librarla de la marca extraña habían fallado. Ahora todo el aquelarre se había tomado el quitarla ese tatuaje como algo personal. No paraban de ir y venir al gran desván donde almacenaban todos los libros de hechizos, pócimas … si no fuera porque de verdad quería ese tatuaje lejos, estaría disfrutando de lo lindo con todo el tema.

Como a todas las brujas, le encantaba ser el centro de atención.

Pero esta tarde el ambiente del aquelarre, del que siempre disfrutaba y la hacia sentirse en casa, había empezado a incomodarla. Cuando los gritos de sus queridas y locas tías se le habían hecho insoportables se había deslizado por la puerta de atrás y había corrido por su adorado bosque.

Gabriel miró el cielo totalmente negro. Debería volver antes de que fuese más tarde. Pero antes … se entregaría a uno de los placeres más ocultos que tenía una bruja.

Sintiéndose repentinamente alegre y traviesa, comenzó a desnudarse.

Ignorando el frío a su alrededor, comenzó a danzar entre los gigantes árboles. Todas las brujas necesitaban hacer eso de vez en cuando. Les daba energía. Y era divertido.

Gabriel siguió moviéndose y contoneándose lentamente entre los árboles, hasta que únicamente sintió el pulso del bosque.

Se frotaba contra los árboles, giraba por el suelo y daba pequeñas carreritas. Como si incitara a un amante a seguirla.

Sintió como las hojas rozaban su cuerpo, el susurro del viento en su delicada piel. Y así siguió hasta llegar al pequeño lago. Tenia el agua plateada y todas las estrellas se reflejaban en él.

Gabriel se metió despacio, disfrutando la cálida temperatura que nunca cambiaba allí. Empezó a sumergirse y a jugar de nuevo.

No supo cuanto tiempo estuvo allí, desafiando a la fría noche, pero cuando salió de su ensueño se dio cuanta de que no estaba sola.

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Mikahil no podía creer lo que veía.

Cuando llegó al aquelarre comprobó que su destinada no estaba dentro. Ocultándose de las brujas, empezó a rastrear su olor a lo más profundo de un bosque. Juraría que al llegar no había ningún bosque … pero obviamente no había mirado bien.

El corazón de la brujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora