Capitulo 3.

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CAPITULO 3

Mikahil estaba recostado en su gran bañera con los ojos cerrados cuando la puerta se abrió con un portazo.

Perezoso, abrió uno de sus ojos para observar a la bruja, parada en medio de la puerta y roja de ira.

- ¿Ocurre algo, brujita? - preguntó divertido.

- ¿Qué es esto? - preguntó lentamente señalándose el cuerpo.

Mikahil deslizó ahora sin pudor alguno la mirada por todo el cuerpo de su bruja. La prenda demoníaca era en su mayor parte transparente. Estaba formada por un único rectángulo de tela dorada con un agujero en el centro, que puesto hacia las veces de escote tanto hasta el inicio del pecho como hasta la mitad de la espalda. No tenía ropa interior y para que no se moviese llevaba tres cadenas de oro: una a la altura del ombligo, otra la mitad de la cadera y una última por debajo.

El resultado era espectacular. Tal y como había supuesto, el color dorado realzaba el azabache de su pelo y el suave moreno de su piel.

- Es una prenda de vestir.

- ¡Parece sacada de una película porno! - exclamó levantando los brazos. Mikahil contempló como con ese gesto también se elevaban sus pechos. Definitivamente le encantaba ese traje.

- Desconozco qué es eso - contestó mientras se acariciaba levemente bajo el agua - en cualquier caso, si estas incomoda con ella, eres libre de quitártela.

La bruja enrojeció aun más cuando vio cómo la miraba el dempiro.

- Sigue soñando, asquerosa sanguijuela.

- Me haces daño con esos comentarios brujita - dijo lastimosamente mientras se llevaba la mano libre al pecho haciéndose el ofendido - no me llames así, mi nombre es Mikahil, preciosa.

La bruja le miró con rabia apretando los puños desde donde estaba.

- ¿Y bien? - preguntó Mikahil - ¿vas a quitártela? - le dirigió una mirada traviesa y lujuriosa.

Entonces ella enrojeció de nuevo, pero esta vez de vergüenza. Se acababa de dar cuenta de que él se estaba bañando, de que el agua no dejaba nada ¡NADA! a la imaginación, y por último se había dado cuenta de esa mano que se movía insistentemente bajo el agua.

- ¿ Me dirás al menos tu nombre, brujita? -Mikahil se movió al borde de la bañera que estaba más cerca de ella.

La bruja no sabía que hacer. Sentía tanta vergüenza como si fuese virgen. Pero supuso que no tenia nada de malo decírselo.

- Gabriel.

- Gabriel - dijo él como si lo saborease.

Ella se dio la vuelta para marcharse, se sentía avergonzada, pero Mikahil no quería que se fuese.

- A juzgar por la noche que pasamos juntos, brujita, nunca hubiese dicho que eras tan tímida para salir corriendo a la primera.

Gabriel se puso tensa al recordar esa noche y el siguiente abandono que tan mal la había hecho sentir. ¿Quería jugar sucio? Bien, iba a jugar sucio. Le haría desear aquello que no podía tener.

Lentamente se dio la vuelta, se acercó al borde de la bañera con un suave movimiento de caderas y le ofreció su mejor mirada de deseo.

Mikahil la observó engatusado. Gabriel levantó lentamente las manos hacía los tirantes que la tela formaba en sus hombros.

- ¿Te parece que estoy corriendo? - le susurró.

Bajó los tirantes y dejó que las cadenas se deslizasen por sus caderas. Avanzó un paso más y quedó en el borde de la bañera.

- ¿Te lo parece? - dijo acariciando su pecho.

Mikahil alargó el brazo a su cintura. No paraba de mirarla de arriba a abajo. Le encantaba el cuerpo de su destinada. Quería emborracharse con ella. Quería hundirse en su calor y no salir jamás.

- No - dijo mirándola ahora a los ojos - ¿quieres bañarte conmigo?

Gabriel observó acariciando aun su pecho como la dedicaba su mejor sonrisa y alargaba el otro brazo para meterla también con él en la bañera.

Casi la tenía y entonces … le empujó. Con todas sus fuerzas. Gabriel se cruzó de brazos satisfecha mientras Mikahil intentaba salir del agua. No paraba de toser y escupir agua. Ahora la miraba enfadado.

Sin esperar a que se recuperase, la bruja malvada salió del baño y de la habitación de Mikahil.

………………………………………………

Gabriel se movía desnuda por la gran casa. Si tuviese que describirla de alguna manera, diría que era de estilo vikingo. Encajaba perfectamente con su dueño.

El suelo estaba en su mayoría cubierto con suaves pieles blancas de algún animal que no podía reconocer. No había lámparas, toda la luz provenía de antorchas y velas distribuidas entre pasillos y habitaciones. También había chimeneas por todas partes que mantenían caldeada la casa.

Eligió una habitación a su gusto, no muy grande, decorada con figuras de dragones vikingos. En realidad no quería esa habitación por algo en especial. Estaba lejos del dempiro y tenia una cama de ensueño. Eso era suficiente.

Gabriel estaba decidida a no andar más desnuda por ahí, y desde luego no tenia ninguna intención de ponerse aquellos trajes, si es que se podían llamar así. Mañana se ocuparía de ello sin falta.

Ahora iba a concentrar sus débiles poderes en sellar esa puerta para que nadie la molestase esa noche. Gabriel empezó a murmurar unas palabras y a trazar unos cuantos símbolos en la puerta. Lo tuvo que hacer varias veces para asegurarse de que surtía efecto.

Sus poderes no estaban desarrollados, aun no había encontrado su fuente de poder y por ello estaba considerada una bruja inferior. Su hermana Escarlata ya había descubierto que la fuerte de su poder era el fuego, sucedió un año atrás en extras circunstancias. Desde entonces a Escarlata no se le escapaba ningún hechizo o poción.

Gabriel dio unos pasos atrás para contemplar su trabajo. Bastaría por esa noche. La puerta estaba levemente iluminada indicando que estaba encantada.

Estaba sentada en la cama, apoyada en el gran montón de almohadas y cubierta y calientita con la gran colcha cuando Mikahil golpeó la puerta.

- ¡Abre la puerta!

- ¿Quien eeees? - preguntó Gabriel divertida.

- ¡No estoy para juegos bruja! - Mikahil golpeó la puerta otra vez - ¡Has intentado matarme!

- Que exagerado eres. - Gabriel se tumbó en la cama.

- ¡Si no abres voy a echar la puerta abajo!

Gabriel soltó una carcajada que se aseguró de que Mikahil escuchase.

- Inténtalo. Tienes todo el tiempo del mundo

Mikahil no perdió el tiempo intentando hacer que abriese la puerta. Empezó a embestir la puerta con toda su fuerza demoníaca.

Gabriel no se preocupó. La luz de las velas ya no era tan fuerte, por lo que ignoró los golpes y cerró los ojos.

Así siguieron durante dos horas. Mikahil estaba cada vez mas enfadado, hasta el punto en que su forma de demonio había salido a la superficie. Su piel ahora era roja, sus manos eran garras, de la cabeza le salían dos cuernos y tras el ondeaba una cola con cada uno de sus movimientos.

Gabriel, también estaba irritada por no poder dormir. Se había tapado la cabeza con un gran almohadón y por eso no vio que la puerta dejaba de brillar lentamente.

Pero Mikahil si lo hizo. Empezó a dar golpes más fuertes y rápidos. Más rápido. Más fuerte. Podía sentir como la puerta comenzaba a flojear.

“PUMM” “PUMM” “PUMM”

La puerta cedió finalmente. Gabriel se levantó sobresaltada y se giró hacia la puerta.

Mikahil, en su forma de demonio la miraba desde la puerta.

- Vas a lamentar no haberme obedecido antes, brujita.

Gabriel sintió como un escalofrío recorría su espalda mientras el demonio entraba en la habitación.

El corazón de la brujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora