Epílogo

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Resultaba francamente aterrador. El aire de la sala podría haberse cortado con un cuchillo. Varias veces.

El silencio era tan espeso, que el fuego crepitando en la chimenea casi resultaba atronador. Casi pareciera que el mismo fuego iba a avanzarse sobre él. Casi pareciera que ese fuego tenía tantas ganas de destrozarle como el dempiro y el galeus que estaban sentados hacia él.

Esos eran los pensamientos de un joven dempiro mientras sentía erizarse todos los cabellos de su cuerpo. Todos. ¿Acaso esos pequeños cobardes trataban de abandonarlo ante una muerte casi segura y horrible? Armándose de valor echó una nueva ojeada hacia sus anfitriones.

Mikhail, general de todos los ejércitos de su majestad, le observaba con el rostro serio e inexpresivo. Casi parecía que se trataba de una estatua. No por ello resultaba menos aterrador. Tras el... bueno, eso ya era otra historia. El galeus blanco no parecía una estatua, para nada.

El poderoso animal se encontraba sentado tras Mikhail, y le observaba amenazante sobre su cabeza. El fuego se reflejaba en sus ojos, y la larga cola terminada en espinas se balanceaba, perezosa, tras él. Los afilados dientes sobresalían de su boca en un gruñido silencioso. Tal vez en una promesa de muerte. ¿Sería rápida? ¿O el animal se deleitaría con sus gritos largo rato?

Justo en aquel momento Mikhail se movió. Solo un poco, y ni siquiera fue rápido. Con calculada lentitud, cruzó sus músculos brazos delante de su pecho. Eso solo lo hizo parecer más serio. Y el aire se volvió más espeso aun.

El joven sentía la garganta tan seca y rígida, que dudaba que en su vida volviese a funcionar como era debido.

Gabriel observaba la escena en silencio. Las manos elegantemente cruzadas en su regazo, y el ceño ligeramente fruncido hacia su marido y su gatito.

− Así que... − comentó en tono relajado mientras se giraba hacia el joven, que trababa de integrarse en el sofá de su comedor – mi hija y tú sois amigos, ¿es así?

El joven dempiro agradeció tener una excusa para despegar la vista de Mikhail y el galeus, e hizo cuanto pudo por centrar su atención en ella

− Si, señora – respondió con el tono más firme que fue capaz.

El galeus soltó un bufido de desagrado al escuchar su voz. Inmediatamente, despegó la vista de la señora de la casa y volvió a fijarla en el animal. No es que tenerle vigilado fuese a ayudar de cualquier manera, claro...

Mikhail no dijo nada, sin embargo su expresión se volvió más oscura, y sus brazos se tensaron como la cuerda de un arco.

−¡Bien! – Exclamó Gabriel, en un intento de aligerar el ambiente – mi niña me ha contado que vais a ir al mundo humano.

Por primera vez, el joven sonrió, y cualquiera diría que el ambiente comenzaba a relajarse un poco. Si no miraban hacia el otro lado del salón, por supuesto.­

− Así es. Scarlett me ha hablado mucho de aquello. Estoy deseando ver todos esos lugares – el joven se giró un poco hacia Gabriel, con los ojos iluminados por el fuego de la chimenea ­– Quiero ver Nueva York, qué es un cine, y quiero probar esa comida que tanto le gusta a ella...

− ¿Ramen? – ofreció Gabriel con una sonrisa al ver que no le salía la palabra.

−¡Eso es! ¡Ramen!

­− Parece que habéis hablado mucho, ¿no? ­– intervino Mikhail por primera vez en la conversación. Entonces el aire se volvió mucho más denso de lo que había estado antes.

El joven volvió a ponerse rígido mientras se apretaba de nuevo contra el sofá.

− Bueno, no mucho. Osea, si, un poco. Es decir, alguna vez. Es posible que nosotros hayamos cruzado algu...

El corazón de la brujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora