Capitulo 4.

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CAPITULO 4

Mikahil lo llenaba todo con su imponente presencia. Ahora era por lo menos un metro más alto que antes. La larga cola daba latigazos tras él mientras avanzaba.

Era una imagen sobrecogedora. Más aun si es hacia ti donde se dirige.

Mikahil sentía deseos de correr hacía su destinada y castigar su desafío, pero sentía que se iba a caer de cansancio de un momento a otro.

Gabriel se encogió contra las almohadas y se llevó el edredón al pecho como si eso fuese a protegerla de él. Tenía que admitirlo, en ese momento le daba miedo. Se sentía paralizada mientras el demonio se detenía junto a la cama, mirándola con unos ojos negros como la noche.

- Vas a venir conmigo. A nuestra habitación. Ahora. - Su tono era de rabia contenida. No admitiría ninguna réplica, Gabriel lo sabía.

El problema es que a ella nunca se le había dado bien seguir las normas. Y ahora mismo tampoco quería acompañar a ningún demonio rabioso a ninguna parte.

Tenía que ganar tiempo. ¿Para qué?. Ni idea. Estaba improvisando sobre la marcha. Tenía que encontrar la manera de engañarlo para escaparse de nuevo.

- Estoy realmente cansada Mikahil. - Gabriel hizo un pequeño puchero - Ha sido un día muy duro para mí … Me has secuestrado, ¿te acuerdas?

Mikahil estaba más allá de la ira para fijarse en sus lagrimitas.

- Baja de esa cama, bruja, o te sacaré yo y te llevaré a rastras.

Vale, la idea de darle pena no había funcionado. Dudaba que nada funcionase en ese estado. Pero aun así …

- Mikahil - susurró con un gemido. Gabriel vio como los ojos del demonio se volvían más negros.

- Ya me has oído, brujita. No me obligues a cumplir mis amenazas.

Eso ya estaba mejor. Gabriel pensó complacida que la había llamado “brujita”. No podía estar tan enfadado entonces. Lo que ella no sabía, es que sí estaba muy enfadado pero también estaba al borde del desmayo.

- No hace falta que me amenaces, no tengo ganas de discutir. - llevó una mano al borde de la colcha y destapó el colchón a su lado, revelando también parte de su cuerpo. Gabriel escuchó una fuerte inspiración del demonio - ¿Por qué no te metes aquí conmigo?

Gabriel sabía el efecto que provocaba en el dempiro y pensaba aprovecharlo.

- No creo poder fiarme de ti - respondió él cambiando su peso de un pie a otro. La cama le llamaba. Sentía irresistibles deseos de abrazar a su destinada y dormir … y de hacer otras cosas claro.

- Yo no te he pedido que te fíes de mi. - Le dirigió una tierna mirada a la vez que se tumbaba sobre las blandas almohadas - Si no quieres acompañarme … - hizo el amago de cubrir la cama.

Pero antes de terminar el demonio ya estaba tumbado a su lado.

Gabriel pensó en lo extraño que era estar desnuda en una cama con un demonio. Y además en su forma demoníaca. Las garras, colmillos, ojos negros … por no hablar de la larga cola y la piel roja, eran completamente nuevas para ella.

Rápidamente, Mikahil envolvió sus brazos entorno a su bruja. Derribar la puerta le había dejado terriblemente débil. Y, como el rey le había recordado, solo había una manera de recobrar fuerzas completamente.

Necesitaba unirse a su destinada.

Con esa idea se situó sobre ella. Gabriel se asustó cuando él hizo eso. No era tonta, sabía perfectamente lo que pretendía. Lo llevaba claro si pensaba que iba a abrir las piernas cuando a él le pareciese.

El corazón de la brujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora