11. Hasher

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Asher Jones

Mamá siempre me ha dicho que ayudemos a las personas si nos nace hacerlo y más si esa persona se ha ganado nuestro corazón.

Aurela Brown era una de ella, cuando papá perdió trabajo ella ayudo a nuestra familia, le enseño hacer pasteles y ahora mamá tiene una dulcería gracias a ella.

Ha estado con nosotros siempre y cuando necesito la cirugía mamá la ayudaba con algo de dinero al igual que su nieta, pero era muy costosa dicha operación y yo estaba en otro estado y mamá nunca me menciono nada hasta una semana antes de su muerte y hasta ahora me entere que murió.

Hoy hace buen clima y decidí ir al cementerio, madre quiso ir conmigo, pero le pedí ir solo y ella acepto.

Veo el portón y muchas gentes entran y salen con caras tristes y camino hacia dentro tratando de recordar la dirección exacta que me dijo mi madre.

"Montaña arriba"

Recuerdo lo que dijo y en esa área solo hay como cuatro personas, pero una de cabello negro está en la tumba de Aurela y posiblemente es Hannah.

Escucho como solloza pidiendo que su abuela vuelva y duele verla de esa forma en como suplica que sea un sueño, pero esta es la realidad donde ella perdió a la única persona que tenía.

Me inclino junto a ella colocando una mano en su hombro logrando sobresaltarse.

—Shhh, no te haré nada.

Miro sus ojos negros y me pierdo en ellos, están tan dilatados y rojos por haber llorado y acerco una mano en su pómulo y limpio algunas lágrimas que no han dejado de descender.

—La extraño tanto.

Solo basto a que dijera eso para romperse nuevamente en llanto y como si el cielo supiera de su dolor empieza a llover. La atraigo a mí y dejo que me dé puños leves, tal vez es la única manera que tiene para descargar su dolor.

Escucho sus sollozos en mi oído y sus susurros pidiendo perdón por no ser fuerte.

Coloco mi mano en su espalda subiendo y bajándola para darle mi apoyo. Cierro los ojos tratando de no llorar tampoco, porque nunca me ha gustado ver a una persona llorando frente de mì o conmigo.

Siento que se ha empezado a calmar, pero la lluvia no ha cesado. Nos quedamos ahí por un tiempo que parece una eternidad y siento que mis piernas se están durmiendo.

Luego de un rato se separa de mi con los ojos hinchados y limpiándose el rostro.

—Gracias —susurra de manera inaudible.

—No tienes que agradecer nada, muñeca —vuelvo a limpiar sus ojos.

Y ese será su apodo de ahora en adelante.

Me mira de manera confusa y se ve tan tierna con esa expresión en su rostro.

—No me digas muñeca.

— ¿Por qué?

—Ese sobre nombre no me cae.

— ¿Quién dijo que no?

Baja la mirada y la veo tensa con ganas de huir. Pero se queda y veo como abre y cierra la boca, simplemente no sabe que decir o como decirlo.

—Porque no soy ninguna muñeca, soy un saco de hueso ¿acaso no lo notas?

¿Cómo es posible que se diga eso ella misma? Ladeo la cabeza pensando que decirle.

— ¿Por qué lo dudas? Si eres perfecta como eres y el muñeca es por tu cuerpo, tienes cuerpo de muñeca. Tus curvas pronunciadas, brazos y piernas delgadas —vuelve a bajar la mirada—. Hannah, mírame. No vuelvas a bajar la mirada, tus ojos preciosos no deben mantenerse fijos en el suelo.

Todo lo que fuimos sin etiquetas [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora