12. Soy yo

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"Me estás enseñando a amar. Yo no sabía. Amar es no pedir, es dar. Mi alma, vacía. Gerardo Diego"

Hannah

—Hola muñeca.

—Hola Asher —ruedo los ojos, ya me acostumbre a que me dijera así.

—Estem ¿puedo pasar por ti hoy?

—Sí, está bien.

Me dice que gracias por aceptar y que vendrá más tarde antes de colgar.

Ha pasado una semana desde que paso lo del cementerio. No voy a negar que me gusto su compañía, por primera vez me sentía bien con alguien y sentir la calidez de una persona diferente.

Se quedó conmigo hasta que me dormí, porque cuando desperté el día siguiente no estaba, solo había dejado una nota en la mesita de noche la cual decía lo siguiente:

"Gracias por aceptar mi compañía y no pedir que me fuera. Me gusto pasar la tarde y parte de la noche contigo, muñeca" junto a un corazón medio chueco.

Reí por lo que puso y me sentí ofendida.

Como si lo tratara mal.

Exagerado.

Y hasta ahora nos volveremos a ver. Estoy un poquito nerviosa por pasar una tarde con él, pero se ha mostrado tan bien conmigo que me da miedo que suceda algo malo. Por eso prefiero mantener la distancia y tratar de no pensar mucho.

Aunque ese día, ese abrazo que me dio diciendo que siempre estará para mí, me provoco un cosquilleo en el vientre, alejé esos pensamientos y me dispuse a inhalar su aroma, era de vainilla con chocolate, un poco dulce para mí gusto. Pero en él, ese aroma no me molesta.

Voy a lavarme la mano para ver que me coloco y realmente no sé dónde me llevará y por ello decido ponerme algo cómodo.

Unos jeans ajustados, blusa holgada y unas zapatillas negras, me pongo un poco de brillo en los labios y me hago una coleta con algunos cabellos sueltos.

Listo.

Salgo de mi habitación y escucho como tocan la puerta.

Ya llego.

Me dispongo a abrir la puerta y con la imagen que veo mi sonrisa se borra automáticamente.

Llevaba meses que no lo veía y mi corazón ha empezado a latir de manera descontrolada y varios recuerdos vienen a mí solo con verlo.

Esa noche.

Esas miradas.

Esas burlas.

Ese descaro.

Trato de decir algo, pero no sale nada hasta que él abre la boca.

—Hola nena.

Imbécil.

— ¿Qué haces aquí?

—Tenía ganas de verte —se mete las menos en el bolsillo del pantalón—. Te he extrañado mucho.

Ruedo los ojos. Que descarado.

—Lárgate.

—Pero...

—Que te vayas —lo interrumpo—. No quiero verte nunca más y deja tu descaro para otro día ¿o acaso ya se dejaron?

Asiente con la cabeza.

Idiota.

—Ay pobrecito —digo con sarcasmo—. Vete.

—Hannah, no me pidas que me vaya. Quiero que me perdones y me des una oportunidad.

Todo lo que fuimos sin etiquetas [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora