14. no me rendiré

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Me remuevo un poco incomodo en la cama y siento mi brazo un poco dormido, abro los ojos un poco por la luz que se filtra por la ventana y la veo a ella, dormida sobre mi brazo y el cabello revuelto.

Aún sigue dormida.

Saco mi brazo que esta debajo de su cabeza y me siento en la cama para poder despertarme mejor. Miro por encima de mi hombro y observo sus labios entreabiertos con la expresión muy tranquila, me acerco un poco y le aparto el cabello del rostro.

Si no tuviera orinándome me quedaría toda la mañana viéndola.

Me levanto y salgo de su habitación para ir al baño. Entro, hago mis necesidades y me lavo los dientes. Salgo y voy a la cocina para preparar algo de comer.

Reviso la despensa y escojo unas tortillas. Voy a la nevera y elijo tomate, pepino, queso parmesano y queso amarillo.

Prendo la estufa colocando un sartén con un poco de mantequilla para poner las tortillas. Mientras que se hace eso, corto los tomates y pepinos en ruedita. Saco las tortillas y echo dos más para luego preparar una salsa dulce.

Kétchup, mostaza y mayonesa con un poco de vinagre. Sal y pimienta para que este un poco picante.

Saco dos platos y coloco las tortillas echándole un queso amarillo a cada uno con su tomate y pepino, un poco de salsa y por último el queso parmesano. Lo doblo en forma de taco y lo meto al microondas para que así se derrita.

—Huele bien —dicen detrás de mí, logrando asustarme.

Me giro y la veo sentada en unos de los taburetes con una sonrisa en el rostro. Tan linda.

—Pues gracias —me limito a responder para sacar los platos del microondas—, ¿Qué tomaras? —pregunto.

—Jugo.

Asiento con la cabeza para sacar la bebida, pero ella lo hace llevándolo a la mesa. La sigo y nos sentamos a comer en silencio.

Siento el ambiente un poco tenso y realmente no sé la razón. Decido ignorar ese sentimiento y sigo comiendo hasta que ella habla.

—Te quedo bien —habla con la boca un poco llena—. Deberías enseñarme hacer esa salsa, te quedo sabrosa —menciona pasándose la lengua por los labios y siento una presión en mi entrepierna.

Joder.

—No puedo, es mi especialidad.

Rueda los ojos y continúa comiendo.

Observo como sus labios se mueven y las ganas de volver a besarlos surgen, pero me contengo. Al parecer se dio cuenta porque tiene las cejas arrugadas.

—No volverá a pasar —dice.

—¿Qué cosa? —pregunto desconcertado.

Suelta un suspiro pesado.

—Eso. El beso que nos dimos ayer. No volverá a pasar.

Dolió.

Pero era algo de esperarse.

No sé qué decirle y bajo la mirada al plato pensando en que decirle. ¿debería aceptar o ser claro?

Si acepto, seguiré siendo su amigo.

Si insisto, tal vez se moleste y quiera que me aleje.

Pero bueno, es mejor arriesgar ¿o no?

—Está bien, pero no me daré por rendido ni mucho menos te quiero presionar. Todo será a tu tiempo.

Todo lo que fuimos sin etiquetas [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora