El primer pinchazo de conciencia fue un dolor agudo en su cuello, un ardor que se extendía lentamente como una serpiente de fuego. Sus ojos parpadearon con dificultad, y al abrirlos, el mundo a su alrededor parecía girar en círculos, distorsionado y borroso. Trató de llevar una mano al cuello, pero sus brazos pesaban como si estuvieran hechos de plomo. El recuerdo de la aguja perforando su piel se abrió paso entre la niebla de su mente, junto con un destello de miedo helado. Intentó moverse, pero un sonido metálico la detuvo. Miró hacia abajo con horror y descubrió que gruesos grilletes rodeaban sus tobillos, sujetándola firmemente a la cama en la que yacía. El colchón, duro y frío, amplificaba la sensación de estar atrapada, como un insecto en una tela de araña. El sabor metálico en su boca y el zumbido en sus oídos la hicieron marearse más, mientras el miedo crecía, apoderándose de cada rincón de su mente confusa.
El pánico comenzó a hervir dentro de ella. Los recuerdos comenzaron a fluir de manera desordenada, como fragmentos de un sueño inquietante, pero lo reprimió con una fuerza que no sabía que tenía. Tenía que entender dónde estaba, tenía que salir de allí. Giró lentamente la cabeza, luchando contra la pesadez que aún sentía en su cuerpo. La habitación estaba apenas iluminada por la luz que se filtraba a través de las cortinas raídas de una pequeña ventana en la pared opuesta. Era una cabaña, eso era obvio por las paredes de madera envejecida que la rodeaban, desprendiendo un olor a humedad y a moho. El mobiliario era escaso: una silla de madera en un rincón, un armario antiguo con la puerta entreabierta, y una mesa pequeña. El suelo estaba cubierto de suciedad y hojas secas, como si la cabaña hubiera estado abandonada durante mucho tiempo. En el aire flotaba un silencio pesado, roto solo por el crujido ocasional de la madera bajo su propio peso, como si la cabaña misma respirara, esperando el siguiente movimiento. Con cada detalle que sus ojos captaban, la sensación de peligro se intensificaba, como si aquel lugar fuera una trampa diseñada solo para ella.
Lucía sintió cómo su corazón martillaba en su pecho mientras trataba de procesar su entorno. La cabeza le daba vueltas y un sabor amargo subía desde su garganta, una mezcla de miedo y desesperación que amenazaba con ahogarla. Sus pensamientos, aún empañados por la droga, comenzaban a aclararse lo suficiente como para que el pánico tomara una forma tangible. Los rostros de Damián y Lucían aparecieron en su mente, sus ojos fríos y calculadores la observaban desde la oscuridad de su memoria. Habían planeado esto, lo supo con una certeza que la llenó de terror.
Se estremeció al recordar cómo Lucían la había mirado antes de inyectarle la sustancia. Esa mirada era más que fría, estaba vacía, como la de alguien que se deleitaba en el control, en el sufrimiento ajeno. Damián, en cambio, había mantenido una expresión neutral, casi aburrida, como si todo fuera un mero trámite. Ambas imágenes se entrelazaban con los fragmentos de sus conversaciones, palabras que ahora comprendía con una claridad aterradora: “Te daremos la libertad que tanto deseas”, “Nuestra libertad la que te ofrecemos y la única que tendrás”, “Eres nuestra”. Eran ecos que rebotaban en su mente, pintando un cuadro de desesperación y perversidad.
Lucía trató de moverse de nuevo, pero el sonido de las cadenas se mezcló con el crujido de la madera, haciendo que todo a su alrededor se sintiera más opresivo. Intentó calmar su respiración, controlar el temblor de sus manos. Sabía que perder el control solo les daría más poder sobre ella. Tenía que encontrar una forma de liberarse, de escapar de esta pesadilla.
Lucía continúo escudriñando la habitación en busca de algo, cualquier cosa que pudiera ayudarla. La luz que se filtraba a través de la ventana era débil, pero suficiente para revelar un detalle que no había notado antes: una puerta, la salida, justo frente a ella, entreabierta, dejando ver una escalera que descendía hacia lo que debía ser la sala. Su corazón dio un vuelco. Si pudiera llegar allí, tal vez encontraría la salida hacia su libertad . Pero, ¿Y si uno de ellos estaba abajo, esperando, vigilando?
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La Obsesión De Los Pearce ⟨+18⟩© ✓ REESCRIBIENDO
Gizem / GerilimLa venganza corrompe el alma, la obsesión se disfraza de amor y la locura transforma la realidad, haciendo que lo cuerdo parezca insensato. Y, al final, la sangre siempre termina por fluir. En un mundo donde nada es lo que parece y nadie es verdade...