El padre de ambos gemelos se asomó por la ventana levantando hacia un lado la cortina amarillenta, parecía como si estuviera escuchando un chisme de los buenos, pero no era así, solo estaba observando el cielo.
—Parece que esta noche va a estar pesada... —comentó hacia sus hijos que se enocontraban viendo la televisión sentados en el sofá. —Además está horriblemente nublado.
—La lluvia es buena para el planeta, no veo nada de malo que quiera llover. —Hakuji habló como si nada y es que en realidad no le veía el problema.
—Eres un amargado, hermano. —Akaza por el contrario estaba sentado en el sofá con los pies hacia arriba. —A mi me gustan éstas noches, me traen cierto tipo de nostalgia.
—Siéntate bien, Akaza, ¿Acaso eres un niño chiquito? —regañó su padre, se acercó a sus hijos para unirse a ellos. La verdad se sentía un poco triste de solo saber que Hakuji se iría muy pronto de la casa... ¿Ahora quién lo ayudaría a controlar al demonio que tiene como segundo hijo?
El pelirrosa se acomodó en el sofá y sonrió con superioridad. —Técnicamente soy el más joven en esta casa.
—Solo 5 minutos. —contradijo el pelinegro.
El otro hermano solo bufó. —De hecho, 5 minutos son 5 minutos aunque te duela...
Chasqueó su lengua con fastidio. —Que tontería. —la verdad no quería discutir cosas sin importancia con su hermano, prefería seguir viendo la televisión.
—Como sea. —El ojiamarillo se puso de pie. —Hace buen clima para ir a la tienda.
—¿Piensas ir a comprar ahora? —su padre cuestionó un poco incrédulo. —¿Así como está la noche?
Por el contrario, Akaza solo vio a su padre a los ojos sin problema alguno, no tenía nada malo planeado, solo quería ir a comprar. —Es que ya no hay leche de fresa. —se encogió de hombros y a decir verdad, no podía vivir sin su dotación de leche de fresa diaria. —¿Por?
—Bueno, si vas a ir a la tienda, compras café y leche. —ordenó pero notó como Akaza levantaba su mano hacia él, parecía estar esperando a que le diera algo. —¿Qué pasa?
—El dinero...
—¿Eh?
—Estoy esperando a que me des el dinero, papá. —Akaza levantó levemente la mirada demostrando un aura de superioridad, su sonrisa demostraba que estaba seguro de ello.
Por su parte, el hombre mayor solo suspiro llevándose una mano a su rostro al mismo tiempo que negaba, sabía perfectamente que su hijo estaba jugando pero ganas no le faltaban para golpearlo con el cinturón, lamentablemente Akaza escaparía antes de siquiera agarrarlo pero estaba seguro que Hakuji lo intentaría alcanzar solo para ver como le daban de cinturonazos. Niños pequeños ¿Dónde?
—Akaza. —habló con firmeza el mayor y eso bastó para que el pelirrosa se retractara.
—Vamos, solo estaba jugando... —se rio con rendición no fue hasta que Hakuji comentó algo que de verdad le había dolido, un golpe bajo.
—Y es por eso que nunca has tenido pareja. —con altanería en su voz recalcó. —Tal vez ya te encontraste con el hombre de tus sueños, pero al conocerte solo desistió de ti.
—¡¿Qué dijiste?! —se enojó el pelirrosa.
Hakuji sin temor alguno, se levantó del sofá y encaró a su hermano sin siquiera parpadear. —¿Qué? ¿No escuchaste?
—Es suficiente. —exclamó el padre de ambos, no podía creer como esos dos se trataban así pero a la vez eran “uña y carne”. —Akaza, si vas a ir a la tienda ve de una vez... Y tu, Hakuji, no provoques una pelea que no querrás aparecer en tu boda con un golpe en la cara.
—Como sea, me voy a la tienda... —sin más que decir, Akaza salió de su hogar en busca de su amada leche de fresa. —Cuando Hakuji se vaya de la casa... ¿Con quién me voy a pelear? —admitió estar triste de que su hermano se fuera, pero tampoco podía detenerlo.
Fue a la tienda y compró las cosas, iba caminando lentamente observando el cielo que estaba completamente negro y seguido de eso frunció el ceño con un poco de desagrado. —Parece que en cualquier momento va a salirme el asesino...
Giró su cabeza hacia abajo y ahí se percató de que había unas llaves con su respectivo llavero con forma de dona. No lo pensó mucho y lo recogió para saber si tenía escrito el nombre de su dueño.
—Debí haber comprado donas también... —arrepentido se dijo, y es que de tan solo ver aquella dona de plástico hizo que se le antojaran.
Sin embargo, el llavero no tenía nombre, estaba a punto de dejar de nuevo las llaves en el piso cuando escuchó una voz que lo llamaba a lo lejos. —¿Hm?
—¡Oye! —cuando Akaza se volteó para ver a la persona se dio cuenta de quien lo había llamado. —¡Gracias por encontrar mis llaves! He estado buscándolas por todas partes...
El pelirrosa había quedado en shock, la persona que tanto había buscado finalmente había aparecido y sobretodo, la tenía frente a sus ojos.
El sabía muy bien que, el día en que viera al hombre de sus sueños y aunque no supiera cuál era su aspecto sabría que se trataría de él.
—¿Te encuentras bien?
El ojiamarillo regresó en sí después de unos segundos. —¿Eh? Ah, sí... Solo estaba distraído... ¿Son tus llaves?
—Sí, creí que las había perdido para siempre, debo de ser más cuidadoso cuando saque las cosas de mi bolsillo. —se rio. —A todo esto, muchas gracias.
—No hay problema. —sonrió con amabilidad, “pregúntale su nombre” pensó. —Mi nombre es Akaza —pero antes de preguntar por el nombre del chico rubio con mechas rojas fue interrumpido.
—¿Ya las encontraste? —habló un chico con el cabello color plata y unos ojos de color arcoíris, se veía bastante raro.
—Sí, ya no hay nada que temer. —sonrió.
—Me alegra bastante, cariño. —habló cariñosamente el hombre de ojos arcoíris. —Se está haciendo tarde, es hora de regresar.
—Tienes razón, mi familia me debe estar esperando para cenar. —colocó su mirada en Akaza. —Muchas gracias, nos vemos luego. —y con eso último se despidió del chico amante de la leche de fresa dejándolo de pie en esa oscura calle.
Oscureció su mirada y habló a la nada. —Nunca antes había odiado a alguien en menos de 30 segundos... —pero después de ello, sonrió y sus mejillas se tornaron de un color carmesí. —Él es el hombre al que he estado buscando.
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La condena de la reencarnación
Fanfiction"En el infierno pagarás tu castigo, sin embargo, en vida saldarás tu deuda".