CAPITULO 40

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01 de diciembre de 2020

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01 de diciembre de 2020

Todo me da vueltas. Creo que me golpee la cabeza con algo o mejor dicho, creo que un camión me arrollo. Mi espalda... oh mi espalda. ¿En dónde demonios estoy? ¿Cómo es que llegue aquí? Estoy tirado en medio del bosque.

Intento incorporarme, pero el dolor de la espalda me lo impide. No entiendo nada, principalmente no entiendo cómo es que llegue aquí. Solo recuerdo estar bailando con Ana, de ahí en adelante no recuerdo nada más.

¡Mi mochila! Me toco por todas partes y no la encuentro. Mierda, la deje en el auto de Ana. ¡Ana! ¿Dónde está Ana? Dios, ¿y si le paso algo? ¿Y si la secuestraron y a mí me golpearon y me dejaron aquí? Mejor no me pongo a pensar en esas cosas. Tengo que encontrarla, debo de asegurarme de que ella está bien.

Con todo y el insoportable dolor hago lo posible por ponerme de pie. Las rodillas me tiemblan y no logro enderezar la espalda. Apoyándome de los árboles y dando pasos lentos intento caminar. No me detengo para nada, pensar en Ana es lo que me da la fuerza para continuar.

Fácilmente han pasado más de veinte minutos. La cara se me ilumina cuando llego a la entrada del bosque. Reconozco esta calle, si no me equivoco cerca de aquí vive Salma. Ella debe de saber algo, ella puede ayudarme. Nuestra relación más o menos se ha arreglado y yo sé que ella puede quitarme este dolor.

Hago memoria y voy por el camino que siento es correcto. Una sonrisa y un alivio aparecen cuando veo la casa de Salma. Aprieto el paso y como loco me pongo a golpear la puerta. Ni idea de que hora sea, pero rezo para que Salma este despierta y lo más importante, que si este en casa.

Un chico más alto que yo y con el cabello verde es quien me abre la puerta. Me analiza de pies a cabeza y al final suelta un suspiro.

─Hola guapo ─me lleva una mano al hombro─. Parece que hoy Dios anda feliz y decidió mandarme un regalito. Mi nombre es Saúl, pero puedes llamarme el amor de tú vida.

─Mucho gusto, Saúl. ¿Está Salma en casa?

─Entra y descúbrelo por ti mismo ─se acerca tanto a mi cara al nivel de que sus labios casi tocan los míos.

Le dedico una sonrisa nerviosa y entro a la casa lo más rápido que puedo, sin pedirle indicaciones me voy directo a la habitación de Salma, en el pasillo casi me tropiezo con una peluca rosa.

─¡Soy soltero! ─me grita─. ¡Aquí te voy a estar esperando!

Llamo a la puerta antes de entrar. Me encuentro a Salma leyendo una caja rosa, me parece que es una prueba de embarazo.

─¿Qué diablos te paso? ¿Anotaste las placas del camión que te arrollo?

No es por ser grosero, pero ella luce mucho peor que yo. Tiene todo el maquillaje destruido y su cabello parece un nido de pájaros.

Entre tu Corazón y el Mío     LIBRO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora