CAPITULO 30

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 28 de julio de 2020

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 28 de julio de 2020

¿Qué hice?

Estoy helado, no puedo moverme. Solo veo como Cristopher y Martín mueven los labios, más no escucho nada de lo que dicen. El único sonido que entra a mis oídos es un zumbido muy irritante. Todo me da vueltas. Por mi cabeza se reproducen una y otra vez las imágenes del accidente.

Cristal roto, huesos fracturados, sangre.

¿Qué es lo que hice?

Mi mano estaba en el botón, mis dedos estaban listos para presionarlo ¿qué es lo que paso? La pantalla me señalo la advertencia ¿por qué no presione el botón? El botón... el botón rojo... ¿Por qué no...?

─Alonso...

Mi mano estaba en el botón, estaba listo para presionarlo. No lo entiendo, no... no sé paso. Yo no quería hacerlo, yo decidí no presionarlo... Las... las imágenes no me dejan tranquilo.

Cristal roto, huesos fracturados, sangre.

─Alonso...

Ana... Ana... su cuerpo lastimado sobre la acera... Ana...

─No la salve ─sale de mi boca─. No la salve, no presione el botón... ¡No salve a Ana!

Me pongo de pie yéndome hacia un lado, por suerte Martín logra sujetarme a tiempo. Con las manos temblorosas toco la pantalla, no hay imagen. No veo a Ana.

─No... no... no... ─presiono todos los botones y golpeo la pantalla─. ¡No! ¡No!

─Alonso, cálmate ─me sujeta las manos.

─¡No!

Martín me arrastra lejos de la computadora, pateo y lucho con todas mis fuerzas para poder regresar. Estoy tan débil que es una pérdida de tiempo seguir intentando. Con facilidad logra sentarme en una de las bancas.

─Alonso, mírame. ─Por la voz sé que es Cristopher, las lágrimas no me dejan verlo─. Alonso ─me limpia los ojos y me obliga a verlo─, todo va a estar bien. Necesito que te controles, en este momento más que nunca debes de ser fuerte.

Su voz logra tranquilizarme. Echó la cabeza para atrás apoyándola en la pared, cierro los ojos e inhalo y exhalo. Es imposible, pero tengo muchas ganas de vomitar. Me siento como cuando no comes nada por varios días y te pones a hacer ejercicio.

Después de unos minutos levanto la cabeza y con dificultad abro los ojos. Las manos las tengo echas hielo, me las llevo a la frente haciendo que el cuerpo se relaje. Las náuseas poco a poco van desapareciendo.

─¿Qué pasara ahora? ¿Ella... viene para acá?

─Sí, su corazón aun latía cuando la subieron a la ambulancia, se detuvo minutos antes de llegar al hospital. Estará aquí en unos quince o diez minutos.

Entre tu Corazón y el Mío     LIBRO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora