CAPITULO 2

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Catalina del brazo de su padre, bajo las escaleras y juntos comenzaron a saludar a los invitados, los cuales degustaban las viandas y los vinos, mientras fraternizaban unos con otros por todo lo largo y ancho del gran salón y se deleitaban con los lujos de la casa Iustus.

Como era el propósito de la fiesta, Catalina debía ser presentada con todas las familias, la joven se mostraba tranquila y sonriente, pero por dentro lo que quería era llegar hasta donde los Petrescu, en especial con Virag. Cuando por fin llego con ellos, los saluda uno a uno, pero desbordando sus encantos con quien correspondía.

—Señores, con su permiso, pero debo tomar un poco de aire.

Dijo Catalina después de unos minutos de estar con los Petrescu y cuando supo que ya había captado la atención de su presa.

—Claro hija, —Contesto Antonio. –estos eventos son muy cansados, ve.

Catalina hizo una leve reverencia y se retiro hacia oscura la terraza y ya estando ahí, la joven recadera de Lucrecia, la abordo.

—Señorita Catalina...

—¿Que quieres?

—Su madre le ha mandado un nuevo recado al joven Virag.

—¡Dámelo! ¿Qué esperas tonta?

La chica se lo entrego y Catalina leyó con odio cada una de las palabras escritas en aquel pedazo de papel. "A media noche te espero en la capilla." La pequeña nota estaba solo firmada con una "L"

—Toma, entrégala.

Dijo con sequedad.

—Si señorita.

La joven quiso decir o preguntar algo, pero ya conocía bien el carácter de Catalina y sabia que lo único que ganaría seria una bofetada o algún tipo de agresión física, así que opto por abstenerse de decir cualquier cosa.

Catalina se quedo un par de minutos meditando en su propia furia y alimentado el odio contra su madre. Saber que se citaría con Virag en la capilla que su amado padre le había regalado por su boda, le hacía sentir una repugnancia infinita, no solo pecaría al traicionar la santidad del matrimonio, sino que también lo haría frente al todo poderoso y Catalina pensó que todo lo que le pasara a su madre de ahora en adelante, se lo tendría bien merecido.

Ya estando advertida Catalina de dicho encuentro, esta tomo un gran respiro, ya que tendría que desbordar carisma y todos sus encantos sobre Virag, ya que también era de su conocimiento su gran gusto por las chicas jóvenes, un gran punto a su favor para lograr su cometido. Y justo cuando Catalina ya había reunido el valor para ella misma abordar a Virag, este apareció en la terraza, con su porte encantador, su delgada y estilizada figura, era tan agradable a la vista que en ningún momento las guirnaldas con hilos de plata, ni las pequeñas antorchas que adornaban la terraza opacaron la mística sensualidad del hombre.

—¿Me permite acompañarla unos minutos? —Pregunto Virag con su grave y modulada voz, a la vez que daba lentos y felinos pasos hacia donde estaba Catalina. –Hay mucha gente adentro y preferiría fumar aquí... si no le molesta, claro.

—Adelante, no estaría mal un poco de compañía.

Debajo de la dulce y coqueta sonrisa de Catalina, su sangre hervía por la ira y cuando Virag estuvo aun más cerca de ella, solo vio reflejado en el rostro angelical de aquel hombre, el pecado de su madre.

—Si me permite decirlo señorita... se ve radiante esta noche.

—Gracias, joven Petrescu.

—Llámame Virag, por favor, seamos menos formales, su padre y el mío son buenos socios y me atrevo a decir que son amigos y... me gustaría que nosotros también lo fuéramos.

Pasión y VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora