CAPITULO 9

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Cuando Catalina se hubo hartado de golpear a su nuevo sirviente, lanzo la vara lejos de ella. Virag al ya no sentir más los dolorosos golpes y aun de rodillas, descanso parte de su peso superior sobre las palmas de sus manos, respiro agitadamente y agradeció que su castigo por fin terminara. Mientras Catalina caminaba alrededor del ensangrentado hombre, examinándolo y pensando que más podrían hacer en ese inhóspito lugar, se quitaba con delicadeza y gracia los guantes de encaje, para ponerlos en el bolsillo secreto de su vestido, se inclino un poco frente a Virag y con gentileza levanto su barbilla para que la viera.

—Estuviste en prisión, fuiste esclavo y aun conservas esa mirada.

—¿Que mas quieres de mi?

—Todo. Tomare todo lo que tengas Virag, todo lo que eres.

—No soy nada, ya no tengo nada...

—Si... aun tienes ganas de vivir. –Virag la vio con odio y asombro, como podría una mujer tan joven tener esos deseos de destrucción, cuando esta ya tenía todo y más de lo que merecía y más de lo que le correspondía. Entonces para aun mas sorpresa de Virag, Catalina comenzó a desatar los lazos de su vestido, dejando caer las piezas superiores. –¿Qué esperas? ¡Quítate la ropa!

—¡No, no volveré a caer, jamás volveré a tomarte. Jamás!

—Ooohh no Virag. ¡Si lo harás y lo harás todas las veces que yo te lo pida! Recuerda que eres un hombre libre por mi y por mí, podrías volver a tu oscura y mal oliente celda... ¡Así que quítate la ropa!

Virag obedeció, se obligo a mantener una firme erección para su señora y fingió que disfrutaba mientras la hacía suya. Era cierto que Virag ya hacia un par de años que no disfrutaba de los placeres de una dama, pero no por esto el olvidaría que la que poseía no era una dama, era más un demonio.

Ya vestido de nuevo, Catalina le pidió a Virag que regresaran a su casa.

—¿Se le ofrece algo mas mi señora?

Pregunto Virag cuando Catalina tomo asiento en su terraza y una sirvienta le servía el té

—Sí, —Catalina saco una pequeña bolsita de seda negra donde guardaba monedas, desato el lazo purpura que la ataba, saco unas cuantas y las lanzo al piso a los pies de Virag. –ve con el sastre de la familia, dile que yo te envió, que te haga un par de prendas a tu medida, dale esas monedas a pago y si hace falta más dinero, que el mismo venga a cobrarme. No quiero que mi sirviente luzca como mendigo, me avergonzarías.

—Si mi señora, gracias por su gentileza, lo que menos quiero es avergonzarla... o humillarla...

El tono sarcástico en como lo dijo, incomodo a Catalina, que de inmediato le ordeno a la chica que se fuera a la cocina. Esta, poniéndose en pie camino despacio hacia donde su nuevo sirviente estaba.

—¿Que pretendes? –Pregunto con calma y con un melodioso tono. –Eres mío, todo lo que hagas en mi contra, será una desgracia para ti.

—No pretendo nada. Solo quiero lo que me prometiste y tratar de vivir en paz.

—Entonces deja esos tonos. A mí me trataras como tu señora. ¿Comprendes? ¡Eso significa que me hablaras con más respeto que a tu propia madre!

Pasaron un par de semanas, se aproximaba ya un gran evento. A lo largo de todos los puertos de Portugal se celebraba un festival para dar gracias por la buena pesca, era un evento más ceremonial en el pasado, pero con los años se torno más del tipo social.

—Mi señora, tiene visita. Es la señora de Silva y las organizadoras del festival de la pesca.

—Hazlas pasar, trae té y bocadillos. –Ordeno Catalina a su sirvienta, rápidamente volteo a ver a Virag que solo estaba de pie al lado de ella esperando ordenes, como siempre. Virag pensaba que a Catalina le gustaba tenerlo así, ya que había veces lo dejaba en esa posición el día entero. –Tú, ve a traer a la costurera, quiero que mi vestido nuevo este perfecto para el festival.

Pasión y VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora