Catalina se relajaba en su cuarto de baño después de una noche y una mañana larguísimas. El agua estaba aromatizada con pétalos de una variedad de flores, leche y miel. Mientras frotaba delicadamente su cuerpo con un paño, tarareaba una delicada melodía, una de las muchas canciones romanas que su padre le enseño cuando niña.
Catalina estaba tan concentrada en su relajación que no se dio cuenta cuando Lucrecia entro y se paro al lado de ella.
—Te gustan mucho esas canciones. ¿Cierto?
—¡Madre! ¡Debiste de haber tocado la puerta!
—¿Que te decía tu padre...? "Por tus venas corre sangre de Cesares"
Dijo parodiando un tono orgulloso y enfatizando con un movimiento de su mano en el aire.
—Dime que deseas y deja que termine mi baño.
—Ahora si lo creo, —Continuo, ignorando las palabras de su hija. –por tus venas corre sangre de Cesares, la sangre de esos gobernantes desquiciados y hambrientos de caos y todo lo que pudiera alimentar sus egos.
—No sé a lo que te refieres madre.
—Tú y tu teatro de que Virag quiso aprovecharse de ti, solo tu padre podría creerte.
Entonces Catalina se puso de pie, mostrando su entera desnudes sin ningún reparo aparente y endureciendo sus jóvenes facciones y con un muy bien definido rictus en los labios. Tomo una bata y se envolvió en ella.
—¿Entonces tu no me crees?
—¡Claro que no!
—Es más que obvio que te pongas del lado de tu amante, que lo antepongas a él y que rechaces la palabra de tu propia y única hija. Pero eso ya no importa, ese hombre jamás volverá a ver la luz del sol.
—¡¡Inmediatamente le diré la verdad a tu padre y sabrá las atrocidades de las que es capaz su dulce heredera!!
—¡Espera! –Dijo Catalina caminado despacio hasta su madre que ya tenía una mano puesta en el pomo de la puerta. –Tú no dirás absolutamente nada. –Se acerco tanto a su madre que pudo oír como sus latidos se aceleraban, mientras ponía su mano sobre la de Lucrecia y la apretaba con rabia. Lucrecia jamás la había escuchado hablarle con tanta autoridad y jamás había visto tanta furia en su mirada, Lucrecia empezaba a temerle a su propia hija. –No creo que en realidad desees decirle todo eso a mi padre.
—¿Porque?
Pregunto Lucrecia tratando de guardar la compostura, pero la agitación de su pecho apretado por las ataduras de su corset la delataba.
—Porque si le dices que yo le entregue mi virtud a ese bastardo zíngaro, yo le diré que tu llenabas de inmunda lujuria la capilla que el mismo te construyo, le diré que copulabas con Virag de la manera más salvaje y lasciva ante los ojos de dios, burlándote de sus votos, de la santidad del matrimonio y enlodando nuestro nombre y nuestra casa.
—¡Yo lo negaría todo!
—Tú sí, claro que sí lo harías, ¡Pero Virag no! El confirmaría todos y cada uno de sus encuentros, todo con tal de salir de la prisión donde está destinado a podrirse.
Entonces Lucrecia abofeteo a su propia hija, haciendo la sangrar por la comisura de la boca. Catalina furiosa se toco la parte herida de su rostro, tomo un poco de sangre con sus dedos, vio el rojo líquido y le sonrió a su madre con tranquilidad. En un rápido movimiento Catalina tomo a su madre de los cabellos, la giro para aprisionarla entre el muro y ella, estrellando su cabeza contra la pared, cambiando esa cándida sonrisa por la más cruel expresión de odio.
ESTÁS LEYENDO
Pasión y Venganza
Historical FictionEl mas próspero puerto de Portugal vio nacer a una joven, Catalina Iustus, cuya maldad y ambición solo era equiparable con su orgullo y belleza. Catalina desató un infierno, para todo el que la rodeaba. Llena de rencor, odio y deseos torcidos de ven...