Dos meses después del encuentro de Virag con Catalina, al cumplir un año de la muerte de Lucrecia y ya estando instalada en el puesto de ama y señora de la casa Iustus, recibió la visita de dos personas conocidas.
—¡Catalina, cuánto tiempo sin vernos! –Saludó Lucia, que cargaba en las manos un gran ramo de flores variadas atadas con un lazo color purpura, el cual hizo a un lado, para abrazar a Catalina y darle un beso en la mejilla. –He traído esto para tu madre.
—Muchas gracias. Mi madre amaba las flores. Vallamos al jardín donde se encuentra.
—¿Podría ir sola? Claro si no te molesta...
—Claro, adelante, estaremos en la terraza esperándote.
Héctor solo miro a su esposa con odio inmenso, el ya sabía que Virag era esclavo en casa de Catalina y sabia que las visitas de Lucia a la casa Iustus no eran por cortesía, si no porque la pobre mujer se conformaba con ver a Virag unos pocos segundos a la distancia, esto a Héctor le hacía hervir la sangre, pero no decía ni una sola palabra, prefería esperar a escapar de su casa por las noches e ir al encuentro de su candente y despiadada amante, Catalina, la noble, dulce y desalmada Catalina.
—¿Tu esposa cree que eres idiota o solo no le importa?
Pregunto Catalina a Héctor mientras veían a Lucia caminar hacia la tumba de Lucrecia en el último jardín de la casa.
—No le importa... igual como a ti no te importo tu esposo o tu padre cuando compraste a Virag.
Catalina solo sonrió ante la acusación de su amante y al recordar lo que aconteció hacia ya un par de meses cuando Virag tuvo el descuido de demostrarle a Catalina que el sabia o más bien que había deducido, que ella había matado a su madre, pero tal cosa no amedrentaría a Catalina Iustus.
Algunos días después de la visita de Héctor y Lucia, Catalina estaba tomando el té en la misma terraza donde asesino a su propia madre, esa terraza era su favorita y el que haya habido ahí un cadáver no la iba a desterrar de su lugar predilecto de la casa. Mientras ponía la servilleta sobre su regazo, Catalina le dijo a su nueva sirvienta, la que sustituyo a Cecile, que llamara a Donato, el jefe de los esclavos, este al llegar ante su ama y hacerle la obligada reverencia, se le dio la orden de traer hasta su presencia a uno de los esclavos específicamente, a Virag.
—¿Quería verme mi señora?
Dijo Virag con amargura.
—La reverencia...
—¿Qué?
—No me hiciste reverencia.
Dijo altiva cual reina la señora de la casa, mientras embozaba una leve, casi imperceptible sonrisa de satisfacción, la cual se amplió un poco más al ver como Virag se inclinaba ante ella.
—Quería verme... mi señora.
—Así es. Quiero hacer un trato contigo. –Virag no entendía lo que Catalina decía, el ya era su propiedad, que trato podría hacer con él y su confusión era evidente en su rostro, aquel rostro que hace algún tiempo había sido sensualmente angelical y que ahora estaba enflaquecido junto con su figura y hasta un poco marchitado por el trabajo bajo el sol. –¡Te daré tu libertad! ¿No estás feliz?
—¿Me liberara?
—Sí, tu madre y tu hermana están solas, tus hermanos varones las han abandonado, se embarcaron en un navío al norte hace tiempo, para evitar la vergüenza de tu encarcelamiento, sin contar la pena por el cobarde suicidio de tu padre... —Virag vio a catalina con furia, quería tomar su pequeño cuello entre sus manos y apretarlo hasta romper sus huesos con sus manos, Catalina noto toda esa rabia en los verdes ojos de Virag, esto la excitaba en gran manera, verlo furioso, ver arder su mirada ante la humillación de ella y que él no pudiera hacer absolutamente nada. Entonces entre una triunfal sonrisa, Catalina dio un delicado sorbo a su te y continuo. –Te liberare, pero también soy consciente de que después de estar en la cárcel nadie te dará un empleo decente y que tendrás que mantener a tu madre y a Mica, así que yo misma te empleare, aquí, en mi casa, serás mi sirviente personal, me facilitaras absolutamente todo lo que te pida y a cambio te daré un salario, seguridad y estabilidad para tu familia... o lo que queda de ella.
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Pasión y Venganza
Historical FictionEl mas próspero puerto de Portugal vio nacer a una joven, Catalina Iustus, cuya maldad y ambición solo era equiparable con su orgullo y belleza. Catalina desató un infierno, para todo el que la rodeaba. Llena de rencor, odio y deseos torcidos de ven...