CAPITULO 10

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Catalina tomo una gran cantidad de aire, inhalo y exhalo de manera que pudo recobrar un poco el control y jugo su última carta para poder recuperar el amor de su padre y quizá convencerlo de olvidar lo ocurrido con Lucrecia.

—Padre, tomemos esto con calma y dialoguemos.

Dijo dirigiéndose a la vitrina donde Antonio guardaba sus botellas con licor, copas y vasos. Ahí sirvió un par de copas con vino, una para ella y otra para su padre.

—Ya no hay nada de qué hablar, ya se ha dicho todo, Catalina.

—Alguna vez me dijiste que me amabas, —Dijo Catalina entregándole una de las copas que sirvió a Antonio y este desconfiado la tomo, sabía que el vino estaba limpio, pero ahora desconfiaba en gran manera de su hija, así que la dejo sobre su escritorio. –Dijiste que yo era tu más grande tesoro.

—Sí, no lo niego, pero ahora todo ha cambiado.

Catalina dejo su copa sobre el escritorio también y con pasos felinos se acerco a su padre.

—Yo se que aun me amas... —Se había acercado tanto que Antonio podía oler el aliento de su hija y una gran incomodidad lo invadió. –Recuerdo que me decías que era tan hermosa como mi madre... ¿Aun me parezco a ella?

Catalina abrazo a su padre y lo beso en los labios, lo beso de una manera mucho más que inapropiada, de inmediato Antonio la separo de él bruscamente y se limpio los labios con la manga de su bata.

—¿Estás loca? ¿Qué haces Catalina?

—¿Quiero que me ames de nuevo!!

—¡No... tu ya no estás pensando bien las cosas! ¡Tú no sabes lo que haces ni lo que dices!

—Padre... no me rechaces...

—¡¡Lárgate!! Vete de mi oficina ahora mismo, solo estas empeorando las cosas.

—¡¡No me rechaces!!

—¡Estás loca!

Le dijo Antonio a Catalina tomándola del brazo y empujándola hacia la puerta, pero está en un impulso, vio el abre cartas de su padre y lo tomo, rápidamente se giro y lo clavo en su corazón. Despacio lo vio caer de rodillas al suelo mientras este contemplaba la afilada pieza enterrada en su pecho, Antonio se aferro a las piernas de su hija para sostenerse, rápidamente agonizaba. Catalina lo tomo en sus brazos, acaricio su rostro y un llanto desesperado se adueño de ella.

—Padre... no teníamos porque llegar a esto... no tenias que saber... ¡No debías de descubrir nada! ¡Solo debías amarme ciegamente como antes, como siempre!

—Fue mi culpa... por mi te convertiste en un monstruo...

—¡Padre! Soy tu hija. Soy tu tesoro... ¿Verdad que aun soy tu tesoro? Dímelo padre... por favor, dilo...

—Eres mi hija... te amo... siempre te amare... Catalina...

—Dime, padre.

—Nos veremos en el infierno...

—¡Padre, no digas esas cosas!

Catalina sintió la languidez del cuerpo de su padre, la vida se le había escapado, el gran y poderoso Antonio Iustus había muerto, por la mano y en los brazos de una perdida y enloquecida Catalina, la cual no sabía que haría y por un momento no le intereso, por primera vez en su vida, se sintió sin poder, sin control, sin rumbo.

¿Qué haría Catalina ahora que se había quedado sola? ¿Cómo explicaría la muerte de su padre? Ni siquiera ella lo sabía, pero en ese momento, con el cuerpo sin vida de Antonio en sus brazos, sentada en el suelo en un charco de sangre, nada le importo.

Pasión y VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora