XI. El valiente Min menor.

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Los trotes veloces del caballo levantaban la tierra del camino, Yoongi había aprendido a montar a Invictus en la granja después de escapar de Jamaisnapolis por lo que ahora era casi un experto, el caballo podía ser de Seokjin pero el pálido había ...

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Los trotes veloces del caballo levantaban la tierra del camino, Yoongi había aprendido a montar a Invictus en la granja después de escapar de Jamaisnapolis por lo que ahora era casi un experto, el caballo podía ser de Seokjin pero el pálido había creado un gran vínculo entre el animal y él. Su cuerpo se levantaba levemente al sentir que el caballo pisaba muy fuerte, el sol ya se había escondido por lo que la noche estaba fresca y sus ropas a medio secar y aquel tapado no ayudaban lo suficiente para mantener su calor corporal.

Observó a los costados del camino y a lo lejos pudo ver un pequeño pueblo iluminado por velas, los aguateros caminaban por sus calles y una pocas personas aún se veían rondando por sus aceras apedradas. Bajó la velocidad del córsel y decidió buscar un lugar para descansar allí.

Los niños miraban con asombro el majestuoso animal y las señoras cuchicheaban entre ellas por lo guapo que era su dueño, Yoongi levantó un poco su tapado para tapar su rostro. Al divisar un bar tomó la decisión de probar suerte y pedir algo de comer, quizás y le tenían un poco de compasión por sus pintas.

Bajo del caballo y tomo la soga dentro de su bolso marrón para atarlo en lo que tardaría allí adentro, también le tendió una zanahoria que Invictus tomó gentilmente. Revisó sus pintas en el reflejo de la vidriera y suspiro, el hambre lo estaba matando al igual que él frío.

Abrió la puerta y se dió cuenta que el bar que hace unos momentos rebalsaba en risas y conversaciones sonoras, había caído en completo silencio. Los hombres que lo duplicaban en altura y masa corporal lo miraban de arriba a abajo mientras peinaban sus barbas y apretaban las cinturas de algunas señoritas de allí que se encontraban en muy poca ropa y en un estado dudoso. Caminó entre las mesas, y armado de valor, se acercó a la barra.

—Lamento las molestias, buenas noches. Estoy viajando hace horas y estoy muy hambriento, ¿Podría usted buen hombre regalarme aunque sea un pan?—El señor de la barra se volteó y lo miro de arriba a abajo.

—¿Otro vagabundo? ¿Quién lo dejo pasar?
—¡No, no soy un vagabundo! Tan solo...
—Mírate cómo estás, a mi no me engañas.

—Por favor, tan solo un poco de comida y me iré...—Bajo el tapado y la capucha que tapaban la mitad de su rostro y continuó.—...Hace mucho frío afuera y me queda mucho camino por reco—

—...Min.
—¿Perdón?
—Tú...

El señor lo tomó por la mandíbula y analizó sus facciones, observó sus ojos, luego sus labios y finalizó pasando las manos por sus bucles.

—¿Tú...Conoces a Min Daesung?—El hombre parecía estar a punto de llorar.

—Él era mi padre, señor.
—¿Era?

Yoongi asintió y el hombre llevó sus dedos a sus lagrimales, ahogando sus lágrimas. Caminó hasta el final de la barra, codeó a un compañero que rápidamente lo sostituyo y tomó por el hombro a Yoongi, llevándoselo fuera. El bar volvió a estallar en risas y conversaciones sonoras.

El regreso del príncipe I JinsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora