Volver a casa no iba a ser fácil y eso lo sabían, muchas cosas los esperaban en Jamaisnapolis, cosas que harían el rumbo a su destino, un infierno. ¿Lograrían soportar aquello que los esperaba?
El amor puede contra toda adversidad, ¿Era verdad? El o...
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Sus pies resonaron por el pasillo de piedra, el cuerpo de caballería aún no había sido alertado de su escapatoria pero no pasaría mucho tiempo hasta que se dieran cuenta que ya no se encontraba en el establo. Al llegar a la habitación del padre de Hoseok, tocó la puerta y espero un momento hasta que esta fue abierta, un Jung mayor se dejó ver sorprendido en la ranura.
—¿Cómo- —No hay tiempo, ¿dónde esta tu hijo? —No lo sé, hace una hora salió rumbo a la cocina y aún no volvió, seguramente lo llamaron para que ayude en el establo.
Seokjin pataleó con impotencia, debía volver atrás para buscar al pelirrojo.
—¿Que piensan hacer? Dime...
Seokjin bufó.
—Debo ir dónde mi padre y hacerle saber que las decisiones que tomara no tendrán ninguna buena consecuencia, voy a advertirle sobre sus acciones.—Yeonjun desde atrás corroboraba que ningún guardia se acercará por sorpresa.
—¿Y si tu padre no da el brazo a torcer?
—Entonces me temeré que deberemos...Luchar.—El padre de Hoseok negó llevando sus manos a su boca, no podía decir nada ante ello, conocía la tradición.
—Está anocheciendo, Hoseok debe estar por los alrededores.—
Luego de cruzar unas palabras más, volvieron al ruedo, retomaron el camino que habían dejado atrás y se movieron con apuro...No fue mucho hasta que algo capto la atención de Seokjin.
—Espera...—Seokjin bajó la velocidad de sus pasos y agudizó su oído, Yeonjun lo miró extrañado.
—¿Que sucede, su alteza?—Seokjin lo hizo callar con un ademán, sus ojos analizaron el perímetro, aquella voz estaba cerca.
—¡Amanda! ¡Una galleta más, por favor!
—¡Bonwha!—Seokjin sintió su rostro iluminarse, abrió aquella puerta de servicio a su costado y se encontró con una imagen que logró calmar todos sus dolores y aliviar sus penas.
Bonwha tiraba del vestido de una mujer de cabellos dorados mientras esta organizaba alimentos secos en cestos y cajas. La luz del atardecer se entrometía entre sus cabellos negros, sus rodillas coloradas al igual que sus mejillas y su sonrisa inocente plegada a sus labios. El niño fue aturdido por el sonido de la puerta abriéndose de repente y se trastabilló con sus propios piecitos, cayéndose al suelo pero no paso mucho tiempo allí al ver de quién se trataba aquella entrada alborotada.
—¡Papá! —¡Bonwha!
El niño brincó siendo atrapado por su progenitor y se unieron en un reconfortante abrazo, Seokjin cayó sobre sus rodillas y sintió al niño con sus brazos y manos, se sentía en un sueño y no quería perderlo de vista ahora que lo tenía finalmente allí. Su hijo, su más preciado tesoro estaba entre sus brazos después de largas noches de frío preguntándose sobre su paradero.
