XIX. Suplicas de perdón

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—No, no, no

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—No, no, no...—Limpió sus lágrimas, el sol chocaba contra su espalda, la mañana había llegado y los guardias se escuchaban alborotados. Tomo el libro y lo dejó dentro de su bolso, se levantó como pudo del suelo. Las palabras seguían rondando en su cabeza, era un revuelto de emociones bellas y horribles, sentía que algo estaba por suceder y por aquello había leído la carta, había sido cosa del destino. Por cómo lo había dejado la carta, había olvidado la espada.

Abrió la puerta y corrió de vuelta al pasillo.

Guardias, guardias por doquier a donde mirará. Miraban tras las cortinas, irrumpían en habitaciones y se movían agresivos entre el personal de servicio. Sus piernas temblaron, sintió su instinto de supervivencia encenderse. Camino silencio hacía atrás, todos los guardias mantenían su atención en la puerta del final del pasillo que daba paso al pasillo del salón real, pero la suerte en algún momento debía de acabarse para Yoongi. Un caballero miro sobre su hombro y devolvió su mirada a las cortinas pero nuevamente observó a dirección del pintor.

—No, por favor.—Se aferró a su bolso, el caballero volteó y caminó lentamente hacía él, analizando sus facciones.

—¡El pintor, el pintor! ¡Atrapen al pintor!—Todos los caballeros se voltearon y Yoongi agudizo sus pupilas, el miedo comió la planta de sus pies.

—¡Se escapa!

Yoongi derrapó sus pies sobre el mármol bajo él, el tumulto de guardias corrían al acecho tras su persona y juraba que si miraba atrás, lo atraparían. Abrió la puerta del pasillo de servicio y la cerro de un portazo, salto el pequeño paredón de la galería y corrió sobre la huerta del jardín para cortar camino.

—¡Los alimentos, niño sucio!—Grito una mujer gorda con delantal desde la cocina. Los guardias entraron al pasillo y a punto de hacer lo mismo, fueron advertidos.

—Si llegan a pisotearme la huerta nuevamente, olvídense de comer por meses, brutos insolentes.—Los guardias pensaron sobre sus movimientos y no tuvieron más remedio que darle la vuelta a la galería hasta llegar a la otra puerta. Aquello había sido una ventaja para el pálido que ya estaba bajando las escaleras de la celda para ir en busca de Invictus.

Corrió a través del túnel y observó cómo a un lado de Invictus estaba pastoreando Honey moon. Evanock había llegado.

—¡Evan!
—¡Yoon!

Los dos muchachos se unieron en un abrazo, Evanock acarició su espalda, sintiéndolo completamente entre sus brazos. El miedo lo había embrujado todo el camino, pensaba que Yoongi no iba a lograrlo.

—¿Dónde están Ada e Yvgnir?
—Yoongi, temía que te lastimaran.
—Evanock, no hay tiempo.
—Yoongi, yo...

Yoongi, entre los brazos de Evanock, comenzó a sentirse raro e invadido. Los ojos de Evanock lo observaban deseosos, llenos de apego y brillantes de anhelo. Evanock habló.

El regreso del príncipe I JinsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora