Capítulo 3

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Después de una larga sesión no siento mis piernas ni literalmente nada en mí, este hombre casi me mata y debo decir que me encantó.

Ya sabemos que con el pizzero repetimos esta semana.

Probablemente vuelva a suceder, eso sí, sin romper la regla de las cuatro veces, esa no se quiebra ni con el más bueno. Cuando eso pasa puede llevar a algún tipo de compromiso y no lo quiero para nada, amo mi vida de soltera empoderada y nadie, pero nadie me la va quitar.

Si tú lo dices...

Me levanto de mi cama en busca del baño a pesar de que no siento nada de mí y tomo una ducha; al salir me pongo una sudadera lila y un jean negro con mis Vans blancas. Luego voy a la cocina por una porción de pizza y me encuentro al chico ya vestido y hablando por teléfono.

— Ya mismo voy, cariño — dice terminando la llamada.

Un momento... ¿Dijo "cariño"?

Pues eso creo, ¡Maldición, no puede ser, estoy jodida!

Una de mis reglas es el no rotundo a hombres que están en una relación porque cuando tenía dieciocho una novia loca de un chico con el que me acosté casi me mata por haber tenido sexo con su novio y me prometí que jamás volvería a pasar por respeto a mí misma y a las de mi género, pues es horrible que estés en una relación y te engañen, eso es denigrante.

— Disculpa — lo llamo — ¿Acaso tienes novia?

— Sí — responde tranquilo.

¿Cómo mierda puede estar tan tranquilo?

— ¿Y aun así te acostaste conmigo? — le pregunto — ¿Tienen una relación abierta?

— No, no tenemos una relación abierta — me responde igual de tranquilo que antes — y mi novia no tiene porqué saberlo — me dice acercándose a mi puesto de manera sensual.

— Detén el tren, amigo — digo poniendo una mano en frente de mí — debiste habérmelo dicho antes, no me meto con hombres que están en una relación.

— ¿Por qué? — cuestiona — yo no tengo problema en repetir contigo.

— Eso no va pasar de nuevo — le digo — así que largo de mi casa — termino abriendo la puerta de mi apartamento.

— Está bien, que aguafiestas — dice mientras sale y lo único que yo hago es sacarle el dedo del medio.

Es un estúpido, con este no podemos repetir, no importa cuantos orgasmos nos haya dado.

Justo cuando voy a cerrar mi puerta aparece la vecina quien por cierto tiene alrededor de cincuenta años, o eso creo yo.

— ¿Y ese bombón? — pregunta a manera de saludo — creí que hoy no traerías a nadie.

— Pedí una pizza y decidí utilizar su regalo, vecina — le respondo.

— Me parece muy bien que lo hayas estrenado — me dice — y por favor, no me llames señora o vecina, mi nombre es Amanda.

— Está bien, Amanda — digo.

Por fin sabemos el nombre de la vecina adicta al sexo.

— Cuéntame, pequeña... ¿Fue bueno con ese chico? — cuestiona.

— La verdad, sí — soy sincera — pero el muy estúpido tenía novia y no me lo dijo así que con él no repito y no volveré a llamar a esa pizzería porque no lo quiero cerca.

— Que patán — dice — bueno, descansa y nos vemos luego — se despide.

— Hasta luego, Amanda — le digo cerrando la puerta.

Cálido Invierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora