Siento un peso gigante en mi cintura y me remuevo un poco para quitármelo de encima, pero no lo logro. Abro mis ojos y veo que Jacob me tiene abrazada como si fuera un peluche, debe ser muy temprano para que aún no esté despierto; trato de quitar su mano de mi cintura una vez más, pero todo el esfuerzo es en vano, parece que no me va soltar nunca, maldición.
— Imbécil — lo llamo.
No obtengo repuesta.
— Oye, Jacob — intento una vez más.
Nada, de nuevo.
— ¡Imbécil! — grito.
— Déjame dormir, rubia — habla con voz ronca.
— Tu mano pesa demasiado — digo.
— No te vas a morir — dice aún con los ojos cerrados — te ruego me dejes seguir durmiendo.
Se mueve y por un momento creo que me va dejar libre, pero lo único que hace es pegar mi espalda a su pecho.
Un momento... ¿Lo que siento es su...?
Por todos los demonios, eso se siente muy grande.
No puede ser, siento su amigo en mi trasero.
Acéptalo, se siente delicioso... Ya pasemos un buen rato con él, por favor. Creo que lo tiene grande.
No voy a tener sexo con el imbécil, si quieres busco otro, pero él no.
¿Por qué no?
Porque me gusta su compañía y la de los demás y recuerda que una de mis reglas es que después de tener relaciones con alguien no podemos volver a estar en contacto, a no ser que sea para repetir y eso son máximo cuatro veces.
Aguafiestas.
Decido ignorar a mi conciencia e informarle a Jacob que hay una parte suya tocando un lugar que no debe.
— Jacob.
— ¿Ahora qué quieres? — pregunta.
— Siento tu pene en mi trasero — le informo.
— ¿Y no me dejas dormir por eso?
— Mueve tu miembro a donde no lo sienta, por favor.
— Lo hago si me dejas dormir.
— Trato hecho.
Dicho esto, me suelta y se da la vuelta para seguir durmiendo. Tomo mi celular y veo que apenas son las diez de la mañana, pero ya no tengo sueño así que voy a tomar una ducha mientras el imbécil decide pararse de la cama.
Al salir del baño recuerdo que mi ropa está destrozada, por lo que deberé despertar a Jacob para que me preste algo.
— Jacob — lo llamo por quinta vez en la mañana.
— Juro que no volveré a dormir contigo — dice — cuando yo me despierto antes que tú, dejo que duermas todo lo que quieras.
— Como sea — blanqueo los ojos — necesito ropa, ¿me prestas algo?
— Pues ve a comprar.
— Préstame ropa, no puedo ir de compras desnuda.
— Pues te va tocar ir desnuda.
— No me jodas, Brown.
— Déjame dormir, Roberts.
— No me voy a callar hasta que me prestes ropa.
Él solo me ignora y cubre su rostro con la sabana.
Muy bien, hora de sacar la niña de cinco años que tengo dentro.
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Cálido Invierno.
RomanceChanel Roberts es una chica de 20 años que jamás se ha sentido atraída por los temas románticos, aunque sí lee muchos libros de este género. Cierto día, caminando por Nueva York se encuentra con un guapo joven y por fin descubre los sentimientos que...