Capítulo XXVII: El fantasma de Elliot.

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Llegué vuelta un lío a casa. Ya había anochecido y todos se preparaban para descansar.

Estaba aturdida. Tenía los ojos hinchados por tanto llorar y un terrible dolor de cabeza.

Me dirigí a mí habitación y una vez en la oscuridad, por primera vez, tuve miedo.

El frío comenzó a reinar en mí habitación, mi corazón latio de prisa. Sabía que algo malo sucedería, lo presentía.

El miedo se apodero de mí.

-Hally.- Dijo la voz de Elliot en la oscuridad. Sabía que él se encontraba ahí, pero no podía distinguirlo en la penumbra.

-Aquí estoy.- Agregó apareciendo repentinamente en un rincón.

Mis pies se pegaron al suelo. No podía moverme. No podía correr hacía la puerta y gritar histérica o correr al interruptor de luz y encenderlo para que Elliot desapareciera. Sentía que el corazón se me iba a salir del pecho. Mí voz se había ido. La piel se me erizo.

-Tranquila Hally, no te haré daño.- Musito mientras se acercaba a mí.

Me picaban los ojos, estaba a punto de llorar.

Elliot se acercó lo suficiente hasta que estuve cerca de su rostro.

Tenía miedo, lo aceptaba. Estaba a punto de sufrir una crisis nerviosa, pero cuando vi los ojos de Elliot sentí algo en mi interior y mi corazón comenzó a estabilizarse poco a poco. Era él, Elliot. El chico que había conocido, pero convertido en un fantasma.

Tal vez y había enloquecido por completo.

-Calma Hally. Soy yo. Aquél que siempre ha estado a tú lado. El chico que conociste y que se enamoró de ti y tu de él. Sólo que no mencioné que yo fuera diferente. Aunque sé que tu lo presentias.- Me explicó sentándose en la orilla de mi cama.

Cerré los ojos con fuerza y deseé que desapareciera, de mi habitación y de mi vida.

-¿Estás molesta cierto?- Preguntó Elliot recostandose en mi cama.

Me sentí ofendida.

-¿Molesta?- Bufé. - Esto es una maldita locura. Ni siquiera es real. -Dije más para mi misma. Me llevé las manos a la cabeza.

-Lo sé, es una locura y quizás éste jodidamente muerto. Pero todo lo que está sucediendo es real, lo estás viviendo.- Dijo poniéndose de pie.

Me puse rígida.

-No es real.- Repetí para mí misma.

-¿No lo es? ¿Y qué me dices de la cadena que traes puesta justo ahora? Isabella también la miró.- Dijo él sonriendo triunfal.

Me llevé las manos al cuello. Y ahí estaba tan brillante y real.

Elliot ensanchó su sonrisa.

Quería golpearlo y a la vez arrancarme la cabeza.

Estaba considerándolo. Mierda.

-¿Por qué me sigues?- Fue lo primero que pude decir.

-Creo que esa pregunta ya la he escuchado antes.- Sonrió él y se acostó en la cama recargandose sobre sus codos.- Es simple. Estoy enamorado de ti Hally, desde aquél primer beso. No hubo día en el que no pensará en ti desde entonces. Hasta el día en que... Morí.-Hizo una breve pausa y mi corazón comenzaba a acelerarse.- El día de mi muerte estuve confundido y vague durante días.... Hasta que te vi. Verte me hizo sentir vivo de nuevo. Verte me hizo sentir en casa.- Dijo mirándome con profundidad.

Me mordí el labio. Ya no temía de él, ahora temía de mí. Sabía que iba a terminar accediendo a lo que fuera.

Cerré con fuerzas los ojos y suspiré.

Al abrirlos nuevamente, caminé hacía Elliot y llevé cautelosa una mano directo al lugar donde debía estar su corazón.

Sin latidos. Nada. Cero.

Me mordi los labios

-¿Por qué nunca me lo dijiste?- Pregunté sentandome a su lado.

-Quería hacerlo, pero necesitaba que tu lo descubrieras por ti misma.- Dijo él mientras se ponía derecho a mi lado.

-¿Por qué? ¿Para que terminará de enloquecer?- Pregunté angustiada.

Elliot negó con la cabeza.

-Quería que me aceptaras. Quería pasar tiempo contigo, hablar contigo... Deseaba que me quisieras.-Dijo en voz baja.- Sí llegaba un día y te decía Hally he muerto ibas a sufrir una crisis peor que está y era arriesgarme a perderte para siempre.- Agregó Elliot poniendo mala cara.

Gruñí.

-Esto es una maldita locura ¿Lo sabes? Quisiera pedirte que te marcharas, que te alejaras para siempre, quisie...- Decía sin detenerme cuando Elliot plasmó tremendo beso en mis labios.

Deseé rechazarlo. Lo juro. Pero no pude evitarlo y le devolví el beso totalmente. Aquello era extraño y aterrador. Estaba besando a un fantasma. De alguna manera logré convencerme a mí misma de que todo esto era real y dejé que mi pensamientos al igual que Elliot dejarán de existir.

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