XXXVII: Realidad.

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Miré por la ventanilla del auto, por fin todo había terminado, por fin lejos, por fin libre... Sonreí.

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-Hally.- Escuché a lo lejos. No era una voz nueva pero sí seguía siendo una voz hermosa.- Hally.- Volvió a decir la voz masculina.

Abrí los ojos hinchados por haber dormir tanto.

Parpadee varias veces hasta que mis ojos se acostumbraron a la luz. Y entonces lo vi.

Estaba frente a mi, con su hermosa sonrisa, su piel blanca y esos ojos azul cielo.

Daniel.

-Has dormido mucho hoy Koa.- Dijo Daniel dirigiéndose a una pequeña mesa de madera.

Koa era el apodo que Daniel me había puesto después que le asignaron mi cuidado. Él decía que yo dormía un montón, pero ¿Quién no iba a hacerlo sí su cena cada noche eran pastillas para dormir?

-Es porque he vuelto a tener ese sueño.- Murmure con voz ronca.

Daniel se tensó unos segundos y luego se recobró. Sonrió despreocupado. Volvió a mi con un frasco de pastillas y un vaso con agua.

-Es hora de tu medicamento.- Dijo con voz dulce, mientras dejaba caer un par de pastillas en mis manos.

-Daniel, ¿Crees que hoy pueda ir a visitar a la abuela?- Pregunté mientras me tragaba las pastillas. Odiaba hacer esto todas las mañanas.

-Por supuesto.- Dijo Daniel sonriente.- Iremos después del almuerzo. - Agregó colocando los frascos de medicina y la jarra con agua en una charola.- Paso por ti en un rato.- Dijo y después de dedicarme otra sonrisa salió de la habitación.

Me tumbé en la cama otra rato más.

Estaba exhauta.

Otra vez el mismo sueño.  ¿Por qué mierda tenía que soñar esto cada noche? Sólo me recordaba el motivo por el que estaba aquí, en está habitación.

Reí en silencio.

Pam se lo merecía, ¿Por qué mierda tenía que burlarse de mi aquél día en el baño.

" Querida Hally White, ¿ De nuevo hablando con tu amigo imaginario? ¿Dónde está que no lo veo? Oh cierto, dices que es un fantasma y no puedo verlo, que tonta soy. Discúlpame."

Todos rieron y yo también. Pam iba a pagar por esto.

Días después Pam despertó del estado en coma en el que la había dejado y confesó que yo fuí quién le había hecho daño.

Recuerdo que papá lloró el día que llegaron por mi para internarme, mamá sólo me miró con desprecio. Bella ni siquiera me miró.

"Pero ¿Por qué? Escuchaba decir a papá. Le hemos dado sus medicamentos como lo han dicho y últimamente no hemos tenido que sedarla, se ha portado... Normal."

"Señor White tiene que aceptar que el comportamiento de su hija no es normal necesita ayuda. Siempre ha necesitado ayuda."

Papá lloró más, yo no dije y camine hacía el coche que me esperaba.

Ya dentro miré por la ventanilla del auto, por fin todo había acabado, por fin lejos de todo, por fin libre... Sonreí.

Después de estar en aquel lugar por más de 6 meses seguía soñando lo mismo cada noche. Hasta hace poco, cuando conocí a Daniel mi enfermero y el rumbo de mis sueños cambio.

Ahora cada noche soñaba con la vida que tenía fuera de esté cuarto con Isabella, con Pam, con Elliot y de pronto con Daniel. Soñaba que Daniel y Elliot eran hermanos. Y que ambos se habían enamorado de mi.

Al final de mis sueños siempre Elliot desaparecía y yo me quedaba con Daniel.

Me tape la boca con las manos para no reír fuerte.

En algunas ocasiones le contaba a Daniel de mis sueños, le decía que ahora que el se encontraba a mi lado no tenía de que preocuparme, no tenía que temer de Elliot. Él se sentía incómodo pero no decía nada. Esté era su trabajo.

Lo único real de aquellos sueños era Elliot. La gente me miraba hablando con él y decían que estaba loca por hablar sola. ¡Qué va! Estaba muerto, era claro que nadie más que yo podía verlo.

Me dolía recordar aquellos días que pase en la preparatoria, nunca tuve un amigo, nunca conocí a alguien que fuera amable conmigo, nunca fui libre.

Hasta el día que pise esté lugar.

Me levanté despacio y me estremecí al pisar el frío suelo. Me puse las sandalias y camine hacia el ventanal, me detuve en seco cuando vi mi aspecto en el reflejo del vidrio.

Mi cabello enmarañado cayendo sobre mis hombros, y mi bata blanca.

Entonces sonreí cuando vi el reflejo de él también en el vidrio.

Caminó hacía mi y enlazó su mano fría con la mía.

-Daniel pasará por mi en un rato.- Murmuré sin apartar la vista de nuestros reflejos.- Iremos a ver a la abuela.- Dije en voz baja.

La abuela también se encontraba aquí, claro en otra habitación.

Todos dijeron siempre que yo era igual a ella.

Sonreí.

-Tenemos una eternidad para estar juntos.- Susurró en el aire Elliot.

Ambos sonreímos y nos acercamos por completo al ventanal de la habitación mirando hacía la realidad, mirando hacía al jardín dónde se encontraban todas las demás personas que estaban reclutadas en esté manicomio.

FIN.

DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora