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Danielle se paseaba de un lado a otro en la habitación de su ahora "esclavo" mordíendose la uña del dedo pulgar.

Estaba nerviosa porque, si bien nunca había convertido a un humano, sabía que hacerlo en contra de su voluntad (o sin consentimiento ninguno como era el caso), no era una gran idea.

Pero ¿qué podían hacer ella y sus amigas?

Nada.

Al raptar esclavos, los capataces gustan de mantenerlos en hambruna y sequía para que, una vez comprados, fueran obligatoriamente mordidos, ya fuera para esclavizarlos o simplemente alimentarse de ellos.

Algo completamente cruel que quedó sumado a la lista de razones por las cuales era necesario hacer un nuevo clan y acabar con las jerarquías y sus mierdas, como bien afirmaba Danielle.

Dando vueltas con la mirada fija en el humano recién convertido en Amethystos hacía no menos de doce horas, la Ruber sólo se detuvo y suspiró aliviada cuando distinguió cómo los orbes lilas del chico se abrían.

Había pasado bastante tiempo desde que lo había mordido, cosa que no es usual, pero el pensamiento de que simplemente su cuerpo humano se estaba adaptando a su lado vampiro le daba un poco de calma.

El muchacho se sentó en la cama a la velocidad de la luz y sus ojos se abrieron con amplitud al verse en un ambiente completamente extraño y con una chica de ojos rojos sonríendole.

-¡Hasta que al fin despiertas, niño!-bufó risueña.

Pero el muchacho no respondió.

Danielle frunció su ceño. El joven se notaba era asiático, así que tal vez no la había entendido.

-¿Hablas inglés?-fue lo primero que pasó por su mente y consideró un progreso el hecho de que su contrario hubiese asentido-. Escucha, necesito que te calmes ¿sí? Ni mis amigas ni yo te haremos daño. Al contrario-chasqueó la lengua con chulería-, les hemos salvado la vida a tí y esos otros dos.

Finalmente, los ojos del Amethystos coincidieron con los de la Ruber.

-¿C-Cómo lle-gué a-aquí?-su voz temblaba, y aunque Danielle no lo culpaba, aquello le sacaba la paciencia.

-Justamente por eso esperaba a que despertaras-rodó los ojos-. Como ya te dije, hay otros dos como tú y para evitar gastar tanta saliva, necesitamos reunirlos a los tres y explicarles las cosas de una sola vez.

El muchacho estaba asustado, más aún cuando, de repente, sintió su garganta seca y comenzó a carraspear y tragar saliva, buscando alivio.

Como ya se esperaba que algo así sucediese, Danielle tomó una botella de sangre de la nevera de la habitación y se la extendió al chico.

-¿Q-Qué es...?

-No armes berrinche y sólo bebe-sonrió ladina-. Te va a gustar.

No tardó mucho el Amethystos en arrebatarle la botella de la mano y beber todo de un sorbo.

Para cuando terminó, reparó en el envase y no tardó mucho en darse cuenta de que, aquel líquido que había bebido y tanto calmó su sequía, era nada más y nada menos que sangre.

Soltó un grito de espanto y lanzó bien lejos la botella, mas sus ojos miraban con miedo a una risueña Danielle, quien ya estaba soltando lágrimas producto de tanta risa.

-¡Ay, niño! Me voy a divertir mucho contigo-afirmó, calmando sus carcajadas-. Pero por el momento, necesito que te ahorres las impresiones para cuando sepas todo.

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-Sabemos que están...impresionados, pero necesitamos que cooperen con nosotras-amablemente y con una tierna sonrisa en el rostro, Margaret le hablaba a los tres Amethystos sentados en el sofá de la sala de estar. Ella, Sophie y Danielle estaban de pie, procurando no asustar a los nuevos inquilinos con algún movimiento brusco-. Si quieren nosotras nos presentamos primero-sugirió, ganándose miradas confusas e impacientes por parte de los ocupantes del sofá.

⟣ᎻᏆᎠᎠᎬΝ ᏀᎬᎷ⟢ ∥ ᴋɪᴍ ᴛᴀᴇ ʜʏᴜɴɢ ∥✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora