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—Escucha, jovencito, tienes muchas cosas que contarme.

Alexby se levantó de golpe y Lían no tardó en copiarle.

—¡Papi! —gritó corriendo a sus brazos.

Willy apenas pudo sostenerlo, se tambaleó un poco y temió caerse, pero afortunadamente Fargan seguía a su lado y lo ayudó a tiempo.

—Willy, ¿qué haces por aquí?

Apesar del poco tiempo conociéndose, todos se llevaban bastante bien.

—Buscaba a este escurridizo lobo —rió besando su cabeza— y también a Vegetta. ¿Lo habéis visto?

Ambos negaron.

—También lo buscamos —explicó el policía—, dimos vueltas toda la mansión, investigamos la casa del árbol y el subsuelo.

—¡¿Lo llevaste al cuarto secreto de tu padre?! —preguntó exaltado. Lían se encogió en sus brazos.

—Solo al lugar de máquinas —contestó con voz quebrada.

Willy suspiró tranquilo—. Está bien, siento haber gritado.

—¿Soy un niño malo? —seguía acurrucado en el pecho del albino.

—No. Lo siento. ¿Te parece si buscamos a papá?

Rápidamente el menor levantó la cabeza con una sonrisa.

—¡Sí! ¡Vamos, vamos!

—Que lindo mocoso —murmuró Fargan desordenándole el cabello. Lían le miró con los ojos entrecerrados, ese alfa no le caía bien del todo.

Bajaron del techo y continuaron con su búsqueda en la superficie de la muralla, que era el único lugar que nadie verificó.

Rodearon los muros desde la entrada hasta la parte trasera, donde iban Vegetta y Luzu caminando tranquilamente por el borde.

—Hay agua abajo. Si caen, se salvan —comentó el búho sin importancia.

Alexby atinó un golpe en la cabeza de su amigo y corrió con Willy para detenerlos de una caída lamentable.

—¡Papá! ¡Estoy aquí! —gritó el menor tirándose sobre la espalda de Vegetta, el cual se sostenía de no caer completamente encima de Willy.

Alex cogió a Luzu de un brazo y lo hizo caer en el suelo de madera. Fargan se acercó después para moverlo con su pie.

—Está muerto —afirmó con los ojos cerrados.

—¡Calla, rata! —regañó el azabache golpeándolo en el hombro. Fargan rió defendiéndose de los débiles golpes que lanzaba su compañero. Ellos iban a su bola.

Por otro lado, Lían abrazó el cuello de su padre azabache y susurró un sutil: "Los quiero tanto...". Finalizando la escena con una sonrisa de ambos padres mirándose a los ojos. Las palabras iban de sobra en su pequeña familia; ellos expresaban sus sentimientos con solo una mirada.

¿Destino Predeterminado? || KarmalandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora