d i e c i o c h o

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—La poción funciona así: una para tres horas, dos para diez horas y tres para un día entero.

—¡No quiero perder mi infancia! ¡Noo!

Lían le metió un zape a Raúl.

¿Ves que me haya pasado algo?

Ryan cogió tres botellitas con ese líquido morado burbujeando dentro y se tomó una. Abrió los ojos cuando el estómago le dolió y cayó al piso bajo la atenta mirada de terror de sus amigos.

Unos segundos después le envolvió una nube de polvo fucsia y cuando el humo se esparció, Ryan parecía tener quince años o más. Era exactamente igual a su padre, solo que tenía leves reflejos negros en su cabello castaño.

—Ah... —Lían no podía dejar de verlo y eso ponía nervioso al, ahora, oso adolescente—. ¿Me tomo las otras dos?

¡Quiero las mías! —Raúl gritó con sus ojos brillantes clavados en los frascos—. ¡Dame, dame, dame!”

Esa había sido la escena que Alexby presenció en la tarde. Tal vez esa era la razón por la que los tres menores no se presentaron en la cena y no aparecieron el resto de la noche.

—¡Cuando encuentre a esos mocosos los encerraré en una celda! —Auron realmente se veía molesto—. ¡Me perdí su crecimiento!

—¿Por qué no lo dijiste antes? —Staxx tenían apresado al policía entre sus brazos, protegiéndolo de la ira de Willy.

—Pensé que estaban jugando —dijo rápidamente—, pero cuando me levanté a tomar un vaso de agua los vi saltando la muralla y los seguí unos minutos, luego regresé a contárselos.

—¡Me hubieses dicho y ahora mismo estarían aquí! —Willy era retenido por Fargan para que no rompiera cualquier cosa que se estuviera en su camino.

Alexby frunció el ceño molesto. Él quería a Vegetta, era un gran amigo, y tenía cierto crush curioso con Fargan. No controló sus palabras.

—Dormías tan cómodo con Fargan, no quise molestarte. Incluso cerré la puerta de vuestra habitación, porque alguien podría veros.

Vaya silencio más incómodo los rodeó en ese momento.

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Vegetta se recostó en las piernas de Rubius. Todo le daba vueltas, pero no perdía de vista los ojos azules de su compañero. Su corazón dolía, mucho, y hacía lo imposible por ignorar el fuego que quemaba su pecho.

—Estás triste —comentó el omega acariciando su cabello—, pero no lloras aunque quieras hacerlo.

—Mi lobo está triste —aclaró dibujando una sonrisa que se transformó en una mueca de dolor—. Siente que lo abandonaron.

—¿Quién podría atreverse? Un alfa tan perfecto, abandonado... No me lo creo —rió tomando el vaso de alcohol que Luzu le pasó.

—Estás borracho, tío —Mangel soltó una carcajada—. ¡Todos lo estamos! ¿No es gracioso? Hace mucho no me sentía tan libre de problemas —suspiró bebiendo otra copa.

—¡Es diferente! —Vegetta se sentó de golpe—. Mi lobo... Mi lobo dice que nos abandonaron... Que nos...

Rubius lo recostó nuevamente en sus piernas y peinó su cabello para atrás.

—Willy no haría eso —le susurró soportando ahora su propio corazón roto. ¿Por qué debía ser tan bueno con ese lobo blanco? Míralo, defendiéndolo cuando debería difamarlo.

Vegetta sonrió con los ojos cerrados. Sentía claramente como el omega liberaba feromonas dulces para tranquilizarlo. Comenzaría a adorar el chocolate desde ese día.

—¡Eh, que son las tres de la mañana! ¡No te duermas! —Luzu le lanzó un cojín haciendo que gruñese devolviéndole el objeto.

—Déjame dormir tranquilo. ¿No queríais eso? Rubius me tiene en sus manos, creo que os merecéis un trofeo.

Mangel chocó puños con Luzu, cayendo al piso entre risas.

—¿En serio funcionó? —preguntó el azabache. Vegetta le sonrió brevemente.

—Ahora entiendo porqué entraron a las tabernas —rodó los ojos quitándole el vaso de ron al oso y se lo bebió de un trago— y también porqué robaron mis karmas.

Luzu se arrastró como pudo hasta quedar a su lado.

—Lo que me sorprende es que sigas reteniendo tus sentimientos aún estando ebrio hasta las orejas —Ahora no le dio una copa, sino la botella—. Qué voluntad de la hostia.

—¿Voluntad? No es eso —Se tomó un gran trago de ron—. Rubius me tentó desde que lo conocí, pero me sigue importando Willy, es mi esposo y el padre de mi hijo —Miró de reojo las mejillas rojas del omega—. Y con eso tampoco niego que me abstengo de comerte a besos, ¿eh, Rubius?

Entonces Rubius sonrió complacido apoyándose en el hombro del azabache.

—Con que lo admitas me basta —murmuró sintiendo que el alcohol abandonaba su cuerpo—. Gracias.

¿Y por qué agradecía? ¿Por decirle que gustaba de él, pero quería más a Willy? Que patético. Él no era así, no permitiría que lo dejarán en segundo puesto.

Se armó de valor y se sentó en las piernas del alfa para robarle uno de los besos más ansiados de su vida, uno que afortunadamente le fue correspondido.

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Bueno... Les tiro tres capítulos de golpe, supongo que para alegrarlxs(? :D

Esto es debido a que ¡Ya son 2k de leídas! ¡Woah, que emoción! Os agradezco un montón.

Bye. <3

¿Destino Predeterminado? || KarmalandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora