Sus ojos permanecían abiertos, pero no podía mover su cuerpo, ni tampoco hablar. Se sentía como estar dormido, pero con la mente alerta a lo que sea que sucediese.
La altísima figura, cubierta por una enorme capa negra, al punto en que ni siquiera su rostro era visible, se encontraba en un rincón de su habitación.
Inmediatamente supo que se trataba de la misma figura que había visto en el accidente de la carretera, rumbo a la iglesia. Ésta no hacía nada más que permanecer de pie allí, pero Millie sabía que, incluso sin ver su rostro, la estaba observando, como aquella vez.
La desesperación que intentaba contener, poco a poco, parecía querer esfumarse, pero sintió el miedo extenderse por su pecho cuando la figura avanzó a paso rápido hacia el lado izquierdo de la cama, inclinándose hasta estar a la par de su oído izquierdo. La respiración de aquella "cosa" era pesada, desagradable, pero cuando le susurró al oído fue mucho peor. Tenía una voz tranquila, pero grave y amenazante. No entendió absolutamente nada de lo que decía, porque hablaba en otro idioma, pero su tono era burlón, y reía terroríficamente.
Millie sintió muchísimos escalofríos, la necesidad de respirar hondo, pero sentía como si un peso muerto estuviese sobre su abdomen, obstruyendo su respiración. Sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas, pero, antes de siquiera intentar gritar con todas sus fuerzas, en tan solo un parpadeo, logró tener dominio sobre su cuerpo.
Respiró hondo, sentándose y viendo a su alrededor con paranoia: no había absolutamente nadie, tan solo plena oscuridad y un malestar, el cual le indicaba que el Diablo estaba presente. Podía respirar, podía moverse, y nada iba a dañarla. Suspiró entrecortadamente antes de volver a recostarse con lentitud, intentando no romper en llanto y llevando su mirada lentamente hacia la reina del inframundo, la cual estaba con su espalda contra el respaldo de la cama.
—Tuviste una parálisis de sueño —Le dijo a la mundana, viéndola fijamente, sin expresión alguna.
Millie no comprendió si se debía a que se encontraba cansada o se sentía desprotegida pero, de manera tímida y disimulada, se acurrucó contra el torso del Diablo, aún sin dejar de ver a su alrededor. El silencio permaneció hasta que fue capaz de regular los acelerados latidos de su corazón, con la paranoia disminuyendo ante la calidez de la piel contraria, incluso por encima de la ropa.
—¿Alguien se salva de ir al infierno? —Preguntó en un tono casi inaudible, temiendo una respuesta que -muy probablemente- recibiría.
—No, y es por eso que las personas no realizan pactos conmigo muy a menudo —Respondió Sadie, llevando uno de sus brazos por detrás de los hombros de la chica. Aquello la relajó aún más—. Tú me sorprendiste.
—¿Lo hice?
—Me maravillaste. Nunca sentí a alguien tan puro rogar por mi presencia.
Las mejillas de Millie ardieron de manera feroz, recordando en qué condiciones se encontraba cuando decidió permanecer bajo el agua. Aún se sentía extraño para ella, jamás hubiese creído que se atrevería a realizar una locura como aquella.
También recordó cuando Sadie le confirmó el haber sido ella quien la ahogó con su peso. Sin embargo, estaba oscuro, y el Diablo no podía ver en la oscuridad...
¿O si?
¿Acaso la vigilaba cada segundo? Supuso que sí, ya que siempre sentía aquella protección, aquel malestar, aquel...agradable pero extraño calor. Era una suerte para Millie no poder verla a los ojos, porque si así fuese, luego de saber que ambas habían estado mucho más cerca de lo usual, moriría de vergüenza siquiera antes de que ésta última pudiese llevarse su alma.
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Dancing With the Devil | Sillie
Hayran KurguEs 1967 y Millie está harta de ser aquella chiquilla religiosa a la cual todos molestan. Cansada de un dios fingiendo oídos sordos, decide tomar sus propias riendas a escondidas. ¿Qué tan mal podría irle si recurriese al mismísimo Diablo? ¿Qué tan r...