5. La fiesta.

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Les recomiendo que escuchen la canción mientras leen💋

Joaquín.

Salgo del ascensor y comienzo a caminar a la puerta del hotel con el corazón en la garganta. Tengo ganas de llorar pero no dejo que las lágrimas se formen en mi rostro.

No me desea. Esa es la única verdad. Sin embargo, lo vi en sus ojos, al principio parecía que si quería besarme. No, no, eso es lo que quiero creer. Pero yo lo sabía maldita sea, a él no le gustan los hombres me lo dijo desde un principio. Estoy tan enojado conmigo mismo por reaccionar de esta manera tan irracional.

¿Por qué le dije que yo si lo soy? ¿Cambiaría algo? ¿Por qué besaría a un hombre? ¿Por experimentar? Esa idea me duele aún más.

Llego a la recepción y rápidamente una empleada del hotel corre para intentar ayudarme.

-¿Se encuentra bien? -me pregunta tocando mi hombro-. ¿Necesita algo?

-No, gracias. Solamente voy a salir a tomar un taxi.

-Es peligroso salir a la calle a buscar un taxi a esta hora -dice llevándome al lobby-. El hotel tiene servicio de transporte.

Asiento, porque ciertamente no puedo decir otra cosa.

-Espere aquí, voy a llamar al chofer.

[...]

Ya en la comodidad del asiento de atrás del auto me permito llorar en silencio. Él chofer no dice nada, pero de vez en cuanto mira a través del retrovisor y nuestras miradas se encuentran. Respiro profundo. ¿Por qué lloro? Estoy llorando la pérdida de algo que jamás ha existido. Y que nunca tendré.

Ojala pudiera regresar el tiempo. Antes no derramaba lágrimas a lo tonto. Era fuerte y no permitía que alguien me hiciera daño en el plano sentimental. No he tenido muchas parejas, pero si varios admiradores. Aunque siempre los rechazaba porque no me sentía bien conmigo mismo. Quisiera ser como en el pasado, cuando mi corazón no dolía por cualquier cosa. Todo es gracias a ese maldito y asqueroso día, y a los estúpidos comentarios sobre mi cuerpo, que antes amaba y ahora detesto, me da asco.

Yo soy un asco.

En cuanto él chofer se estaciona a lado de la calle, limpio mis lágrimas, recojo la poca dignidad que me queda y abro la puerta.

-¿Cuánto le debo? -saco la cartera del bolsillo trasero de mi pantalón.

-No es nada -dice amable.

-¿Cómo?

-Está dentro de mis funciones llevar a los huéspedes del hotel a dónde me lo ordenen.

-Pero yo no soy...-me callo. Seguramente Emilio está detrás de esto. -Esta bien, muchas gracias.

-Para servirle. Que pase buena noche.

-Igualmente.

Me bajo del auto y subo las escaleras directo al departamento. Abro la puerta y veo que todas las luces están apagadas. Gala seguramente está dormida. Suspiro de alivio. Camino lentamente, temeroso de cada paso que doy. No veo absolutamente nada. Todo está tan oscuro y silencioso. Recorro los pasillos con cierto temor de despertar a mi compañera de piso.

Mi visión capta un poco de luz a la distancia. Y entonces veo que Gala esta cómodamente sentada en el sofá, con un plato lleno de palomitas mirando una película. Me maldigo mentalmente. No quiero hablar, mi animo no es el mejor y odio que sea así cuando hace unas horas me dieron una noticia maravillosa.

No hables, gemir es mejor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora