No hables, gemir es mejor.

8. La primera noche.

Les recomiendo que escuchen la canción mientras leen💋

Joaquín.

Ahora tengo mucho más curiosidad por saber de qué se trata todo esto. No lo pienso dos veces y firmo los malditos papeles. Él sonríe con suficiencia.

—¿Eso quiere decir que tú y yo tendremos una relación? ¿Me harás el amor?

Mierda. ¿Yo dije eso? Abre ligeramente la boca pero se calla. Después de unos segundos se repone.

—¿Hacer el amor? —suelta una risa perversa que me hiela la piel—. Esa es la forma romántica como la gente le llama al sexo. No, Joaquín. No quiere decir eso. Además yo no quiero una relación formal contigo. Seré sincero; lo único que me interesa de ti es tu cuerpo, te deseo Joaquín y quiero coger contigo, pero es todo. No quiero corazones, ni llamadas interminables, ni salir a pasear o al cine, o tomarnos de las manos. Solo quiero sexo.

¡Quiere tener sexo conmigo! Me quedo boquiabierto

—¿Y si no quiero?

—Perfecto —me contesta prudentemente.

—Pero, ¿no tendremos ningún tipo de relación? —le pregunto.

—No.

—¿Nada?

—Es lo único que quiero de ti.

—¿Por qué?

Se encoge de hombros.

—Porque yo soy así.

—Ahora si que necesito un trago —murmuro.

—¿Quieres otra copa de vino?

—Sí, por favor.

Me sirve otra copa y se sienta a mi lado. Doy un rápido sorbo.

—¿Por qué yo? —le pregunto.

—Porque te deseo, Joaquín. Realmente me gustas, necesito irme a la cama contigo, quiero verte desnudo, quiero que tú me sientas dentro de ti —su voz se convirtió en un leve susurro.

Trago saliva. ¿Cómo puede decirme todo eso y prender qué no me afecte?

Me mira y alza una ceja.

—Sabes, podría jurar que acabo de excitarte solo con mis palabras. —me dice fríamente. 

Trató de controlarme pero no puedo. Llevó una mano a mi pantalón y efectivamente ha logrado el efecto que desea.

—Así como te paso a ti, la otra noche —digo mordiéndome el labio.

—Y en estos momentos me está pasando lo mismo  —sonríe irónicamente y su voz se enturbia —. Te deseo con locura, especialmente ahora, cuando vuelves a morderte el labio.

Respira hondo y traga saliva.

El estómago me da vueltas. Me desea… de una manera rara, es cierto, pero este hombre guapo, extraño y pervertido me desea.

—Creo que le has dado la vuelta a ese cliché —refunfuño.

Estoy mareándome. Tomo otro sorbo de vino. El alcohol me dará valor.

—¿Cuántas veces has tenido sexo? —me pregunta amablemente.

Mierda. ¿Qué debo decirle? Estoy totalmente perplejo. Me mira y arruga la frente.

—Necesito que me lo digas, Joaquín.

—No puedo responder eso.

—¿Por qué?