4. Bésame.

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Les recomiendo que escuchen la canción, mientras leen🍃

Emilio.

—¿Quiere ir a tomar algo conmigo? —contengo la respiración a la espera de su respuesta.

Parpadea un par de veces.

—Debo quedarme hasta que se acabe el evento —contesta y se encoge de hombros.

Su respiración se vuelve pesada. Supongo que lo pongo nervioso, aunque no sé si eso es bueno o malo. Además es incapaz de quedarse quieto. Me perturba pensar en la cantidad de maneras en que podría lograr que no se moviera.

—No se preocupe, yo también —le respondo rápidamente.

—Bueno...verá...señor Darleen...—se interrumpe.

Mierda. Eso es un no. No habrá trato. Me observa fijamente con ojos brillantes.

—¿Nos vamos a demorar mucho?

Su pregunta me toma por sorpresa. ¿Acaso tiene planes más tarde? ¿Será con Diego?

—No creo, ¿por qué la pregunta?

—Bueno es que...no me puedo trasnochar mucho, mañana tengo turno en la cafetería.

—Máximo una hora.

—Esta bien. Entonces nos vemos en la entrada de la escuela cuando se acabe el evento, permiso, señor Darleen—me sonríe y sale del salón.

Mi alivio es evidente y sonrió de oreja a oreja.

¡Tengo una cita!

Antes de salir del salón, me dirijo a la mochila de Joaquín. De mi cartera tomo una de mis tarjetas de presentación y la guardo en una de las bolsas.

Joaquín.

¡Tengo una cita con Emilio Darleen!

El corazón me late a toda prisa. Llego al patio principal y por alguna razón no puedo dejar de sonreír como un idiota.

—Joaquín, ¿dónde estabas? —la maestra Grecia, me aprieta el brazo tomándome por sorpresa. 

¿Qué puedo decir? Trabaja ardilla, trabaja.

—Bueno no importa. Ven te quiero presentar a alguien —me jala del brazo y me arrastra entre la gente.

—Joaquín, él es Alan Gallegos, presidente de Carissa, una de las mejores empresas de modas en todo el país.

La conozco, una empresa sólida y prestigiosa, con más de veinte años de tradición. He leído sobre ella en algunas revistas.

Su presidente, es un tipo alto, bien vestido, de unos treinta años, muy atractivo pero nada que ver con Emilio.

—Mucho gusto, Joaquín Bondoni —le tiendo la mano y nos saludamos.

—Es un placer conocerlo. Felicitaciones, señor Bondoni, me gustaron sus diseños —dice con una resplandeciente sonrisa.

—Muchas gracias, es usted muy amable.

—Los dejo para que hablen.

La maestra se despide y me deja solo con él.

—¿Y en qué puedo ayudarlo, señor Gallegos? —pregunto amable.

—Su propuesta me pareció muy interesante e inovadora. Necesitamos la creatividad y el talento que usted tiene. Por eso quiero entregarle mi tarjeta —dice entregándomela—. Será un honor recibirlo en nuestra empresa, llámenos para agendar una cita.

No hables, gemir es mejor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora