No hables, gemir es mejor.

7. El acuerdo.

Les recomiendo que escuchen la canción mientras leen🍃

Joaquín.

Queda menos de una hora para que lo descubra todo. Siento todos mis músculos contraídos. Tengo un grave problema con las mariposas que se reproducen en mi estómago.

En cambio, yo no sé lo que me espera con Emilio, ¿qué es lo que quiere? ¿Por qué no puede alejarse de mí? No sé de donde saque el suficiente valor como para invitarle a cenar. Pero necesito resolver de una vez por todas el enigma que es Emilio Darleen.

Antes de ir a poner la mesa, decido ponerme algo un poco más neutral. Creo que va bien si considero la situación; pantalón rojo, camisa negra y botas negras. Estoy sufriendo un ataque de nervios mientras termino de arreglarme.

Ojala le guste lo que cociné. Es algo sencillo; pollo con verduras y pasta. Y para el postre pay de limón, uno de mis postres favoritos. 

Gala ya se ha ido con Santiago. Cuando le conté que tendría una cita con él, se sorprendió mucho. Quizás porque nuestra primera cita no salió del todo bien y termine rechazado y llorando en un taxi.

Solo que ella no sabe esa parte de la historia.

Arreglo todo y exactamente a las ocho en punto, no antes, suena el timbre.

Abro la puerta, y me encuentro con una penetrante mirada y con un hombre muy atractivo.  

—Joaquín —me saluda.

—Señor Darleen —le contesto con la máxima brevedad, porque los nervios me oprimen.

Luce tan jodidamente guapo como la ultima vez que le vi. Involuntariamente mis ojos lo examinan sigilosamente; camisa blanca, saco y pantalones negros, y unos zapatos muy finos. No lleva corbata, puedo ver el inicio de su pecho a tráves de la ropa.

¿Por qué me la pones tan dificíl?

—Es un placer volver a verlo.

—Es muy amable de su parte, señor Darleen.

Me hago a un lado para que pueda entrar y cierro la puerta detrás de él.

—Espero que no le moleste, he traído una botella de vino para acompañar la cena —dice mostrando una caja de madera, la abre y adentro esta la botella.

¿En serio? Después de lo que paso ayer no quiero volver a ver ningún licor en mi vida.

La saca de la caja y me la entrega. Se ve que es un vino caro y muy fino.

—Sí, creo que le ira bien, finalmente yo no sé de vinos —murmuro—. Por aquí, señor Darleen —le digo a Emilio.

Empiezo a caminar y él me sigue. Siento que mis piernas no me responden y tiemblan como si fueran gelatina.

Estoy supremamente nervioso, nunca he invitado a cenar al departamento a nadie, y menos a alguien como Darleen. Me sudan las manos y mi corazón se acelera.

Llegamos al comedor donde ya todo esta listo y perfectamente ordenado. Le indico que tome asiento a un costado y yo quedo a un lado de él. Nos miramos fijamente y luego él baja la mirada al plato.

Lo examina con detenimiento y luego sonríe. ¿Eso es bueno?

—Abriré la botella —dice.

Sus manos viajan hasta la boquilla y giran de manera muy hábil a la izquierda. Está pegado a mí, muy concentrado en lo que hace. Si pudiera inclinarme un poco hacia delante, hundiría la nariz en su pelo. El color de su colonia es ebriagante, huele a gloria, pero estoy tan nervioso que no puedo moverme.