26: Sinceridad.

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Capítulo 26

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Capítulo 26


Nico volvió a esperarme fuera de la universidad al día siguiente, nuestras miradas se encontraron entre los hombros de los estudiantes y, aunque traté de caminar lo más rápido posible, su mano me detuvo. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, comenzaba a agobiarme por su insistencia y no lo comprendía. ¿Por qué me buscaba ahora? 

Mi nerviosismo creció cuando me envolvió en sus brazos, buscando un contacto físico que yo ya no podía ofrecerle, y el olor a alcohol, Whisky para ser más concretos, inundó mis fosas nasales. Necesité negarme a esas acciones, pero su llanto me retuvo.

Estaba roto. Tanto como mi corazón meses atrás.

Tal vez fueron los recuerdos bonitos de nuestra relación o porque, incoscientemente, seguía preocupándome por él, que decidí calmarlo y frotar su espalda con mis pequeñas manos. Cuando pudo tranquilizarse, lo acompañe hasta su departamento.

El camino fue lento e incómodo, el mayor se tambaleaba por culpa de su estado y se agarró a mi brazo para que de alguna forma no me fuera de su lado. Quería hacerlo, mi corazón me pedía a gritos correr a mi casa y llamar a Flavio, no obstante, lo ayudé a subir por las estrechas escaleras.

La oscuridad del estudio que habíamos compartido meses atrás volvió a darme la bienvenida, todo estaba tirado por el suelo y la mesa central se encontraba llena de latas de cerveza y bolsitas que reconocí inmediatamente. Me preocupé, pues Nico no era adicto, sabía contenerse y sólo se drogaba en fiestas.


Quité la mirada rápidamente de allí, sabiendo que mi fuerza de voluntad era tan débil como una pluma. Una pluma que se destruyó cuando el mayor se dejó caer en el estrecho sofá. Todo me pareció demasiado deprimente.

—¿Qué te pasa, Nico?—Intenté conversar seriamente con él y mi vista viajó por los cuadros frescos que se apoyaban en las blancas paredes. Mi corazón se detuvo en el instante que me reconocí en uno de ellos, sonriente, llena de felicidad.

Caminé hacia este y pasé un dedo por las imperfectas arrugas que aparecían alrededor de mis pequeños ojos. Suspiré, si seguía allí estaba segura de que acabaría más destrozada. Busqué mi teléfono en el bolsillo trasero del pantalón y, mandándole la ubicación a Flavio, le pedí que me recogiera.

Sentí la frialdad de las manos de Nico alrededor de mi cintura, volviendo a abrazarme y escondiendo su rostro en mi cuello. Apreté los puños con nerviosismo, sabía que no era capaz de hacerme daño, pero... ¿Por qué estaba apunto de sufrir un ataque de pánico?

—Me he equivocado demasiado.—Se lamentó y noté como temblaba contra mi espalda.

—Da igual, quiero dejar las cosas en paz.—Acaricié sus nudillos con un nudo en la garganta, me sentía tan atacada que tenía miedo de decir algo que le molestase.

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