Sinceramente pensé que escapar con Flavio nos ayudaría a curar. Ambos eramos personas inestables, aferradas a nuestros miedos e incapaces de actuar con libertad. Nos habíamos encontrado en medio de una tormenta que ya parecía calmada y, conociéndonos poco a poco, comenzamos a reabrir nuestras heridas. Queríamos creer que nos hacíamos bien, que el amor era suficiente para cicatrizar, no obstante, en el fondo sabíamos que esto no era así.
No voy a negar que los días donde decidimos alejarnos del mundo fueron los más felices de mi vida, en efecto, el sol brilló más que nunca y descubrimos aspectos de nosotros que jamás habíamos apreciado. Alquilamos un pequeño departamento a las afueras de la ciudad, muy cerca de la playa, fuimos a nuestro primer parque de atracciones, jugamos a juegos de mesa, paseamos agarrados de la mano y disfrutamos ser una pareja normal por un tiempo. Pero no duró mucho y tampoco me sorprendió.
Podía escucharlo en la noche, se levantaba de la cama y salía al balcón para fumar más que nunca. Intenté, más de una vez, hacerme la dormida y lo observaba examinar su teléfono desde el colchón. Agobiado. No me hizo falta preguntarle, el tiempo y las sospechas me dieron una respuesta. Flavio no planeaba quedarse para toda la vida, siempre lo había sabido, aún así, mis esfuerzos por negarlo fueron inútiles.
Quise culparle la noche que me informó que se iría unos meses a Madrid para ayudar a su padre, escribirle un mensaje en el que le prohibiera volver a acercarse a mí, sin embargo, jamás tuve la valentía de no volver a verlo. Aunque fuera lo mejor para mi salud. Me quedé de pie en el balcón, totalmente a oscuras, y mi corazón acabó hecho trizas bajo mis pies descalzos. Había vuelto a marcharse. Era un cobarde, pero yo también lo era.
Esa madrugada, recogí todas mis pertenencia, imprimí un boleto de tren a casa de mis abuelos y regresé al único lugar que podía llamar hogar. El viaje duró varias horas, coloqué mis auriculares y perdí la mirada en la pantalla destrozada de mi teléfono móvil. No lo había encendido en semanas, las notificaciones desbordaban la barra de mis notificaciones y comencé a ponerme nerviosa ante tantas llamadas por parte de Nico. Bloqueé el número al sentir como una arcada subía por mi garganta, necesitaba que me dejara tranquila y estaba segura de que en cualquier momento sería capaz de actuar de mala forma contra él.
Me abrigué mejor, dándome cuenta de que llevaba puesta una de las sudaderas de Flavio y mis ojos dolieron al luchar contra las lágrimas. ¿Por qué me rompía el corazón? ¿Tanto le costaba quedarse a mi lado?
No fui consciente del momento que se detuvo el tren, tampoco en el instante que mis piernas comenzaron a bajar por las inclinadas cuestas del pueblo que tanto amaba. Estaba viva, mi cerebro enviaba impulsos a mi cuerpo, pero no era yo la que los controlaba. La lluvia comenzó a caer durante el corto camino a casa de mi abuela, calando mi ropa y acompañando el sentimiento de tristeza que me consumía. Una vez que llegué al portal, sentí cómo una toalla me rodeaba y calentaba.
-¡Dios mío, Aury!-La voz de Ana llegó a mis oídos y sus manos frotaron mi delgado cuerpo con angustia.-No puedes ir por ahí de esta manera, tu corazón es débil.
Nuestros ojos se encontraron, estaba más delgada y bajo sus párpados aparecían unas oscuras ojeras que me hicieron comprender que seguía en aquel mundo. Agarré el brazo que intentaba secarme y lo alejé de mí con tanta frialdad que pude ser testigo de las lágrimas de sus pupilas.
-No eres la indicada para darme consejos.-Mis palabras escaparon como navajas de mi boca, dispuestas a herir.
Se alejó agachando la cabeza y me desprecié a mi misma por actuar así. Apreté mis puños, giré sobre mis talones y entré en la luminosa cocina. Martina y Macarena se encontraban sentadas en la mesa, ambas reían de algo que habían visto en el móvil y se callaron en el instante que me vieron aparecer.

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Nuestras Vidas
RomanceAurora siempre ha sido una muchacha callada, algo tímida y reservada, su vida gira entorno a dos pequeños e importantes ejes: su familia paterna y su vida universitaria. Tras una interesante propuesta por parte de su profesor de universidad, decide...