Capítulo 4.

48 7 5
                                    

El auto de Dani se encontraba en el estacionamiento del edificio, me acerqué un poco tratando de que nadie me viera. Me faltaba un disfraz y era Sherlock Holmes.

Taran taran, taran taran.

No es momento de cantar la intro de la pantera rosa, ¡concentrate!

Me acerqué por detrás y vi que había una persona en el lugar del conductor, fui un poco más cerca y pude comprobar que como lo imaginaba era Dani él que estaba esperando por quien sabe que.

Entonces no se me ocurre mejor idea que darle unos golpes a la ventanilla. No entiendo porque no me podía alejar de él, era como si tuviera una campo magnético alrededor que me hacía estar siempre merodeando cerca suyo.

Como diría mi amiga Taylor Swift: su campo magnético era un poco demasiado fuerte.

Dani pegó un salto dentro del auto por el susto y me miró sorprendido.

—¡Jaz, me asustaste!

—Lo siento, ¿qué haces aquí?

—Viene a recogerte. —Dijo y me miró con cara de "esta chica está más tonta cada día". Realmente sé que lo dijo en su cabeza.

—¿A recogerme?

—Si tontita, ¿Rami no te aviso que venía?

Ramiro iba a morir hoy, estaba decidido.

—Sube vamos.

Subí al coche rápidamente y me coloqué el cinturón de seguridad. Antes de salir le mande un mensaje a Rami preguntándole por qué no había venido a buscarme, él me contestó al instante diciéndome que le había surgido algo importante y que para no dejarme sola le había dicho a Dani que pasara por mí.

—Y ¿qué hacías aquí? —Preguntó curioso.

—¿Siempre eres así de metido?

—Si, ¿me vas a decir o no?

—No, ¿puedo encender el estéreo? —Le pregunté cambiando de tema.

—Claro, pon lo que quieras.

Prendí el estéreo y empecé a pasar las canciones hasta hallar alguna que quisiera escuchar en ese momento. Abrázame de Camila sonó por los parlantes del coche y me giré para verlo sorprendida.

—¿Te gusta Camila? —Pregunté divertida.

—¿Que tiene de malo?

—Nada, nada.

Después de un rato no me aguanté más y empecé a reírme. Él me miró ofendido.

—No entiendo que tiene de malo.

—Es solo que no te imagino escuchando esta música, todo en modo romántico.

—¿Y por qué no puedo ser un chico romántico? —Preguntó divertido.

—Es solo que no te imagino, lo siento.

Él se dedicó a negar con la cabeza como reprochándome mentalmente.

—Puedo ser romántico. —Dijo después de un rato.

—Ya, Romeo. —Dije y vi como puso los ojos en blanco.

—¿Por qué piensas así?

—No sé, supongo que no te conozco.

—Eso es porque estás en tu faceta de odio-al-mundo-y-sobre-todo-al-guapísimo-chico-nuevo. —Dijo hablando como robot.

—Oye, yo no odio al mundo. —Le dije golpeándolo suavemente en el hombro.

Se nota que es un deportista.

InstantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora