PRÓLOGO

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Una corriente helada de viento entraba por la puerta principal de mi casa, la soledad se transformaba en la manera más bonita de estar en paz.

Mi agitada respiración era un eco a lo lejos, mi mirada estaba perdida en el suelo y el frasco vacío de pastillas reposaba en él, mi vida a partir de esta noche no sería igual y todos lo sabían.

Él llegó corriendo hasta mi lado y se detuvo al ver lo que había hecho.

—No, no, no, no... ¿Qué hiciste? Mírame, por favor, mírame...

Mi mirada subió desde sus pantalones azules de pijama hasta su rostro. Un susurro salió de mis labios apenas audible.

—Yo... Lo s-siento...

Una extraña sonrisa se extendió por mi rostro recordando por qué hice lo que hice. Las sirenas se oían a lo lejos pero mi cuerpo no resistió más y de pronto todo se volvió negro.

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