CAPÍTULO DIEZ

54 12 98
                                    

-Miedo-

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-Miedo-

Y ahí estaba. Frente a mí.

El chico que yo había... ni siquiera lo podía decir. El punto era que Eric y yo estábamos en la misma mesa. Alguien que creí que nunca más volvería a ver, alguien a quien le hice mucho daño, tanto física como emocionalmente.

Tragué grueso quedándome en un estado de shock por unos segundos hasta que me obligué a hablar.

—Hola —respondí con hilo de voz.

—¿Ya se conocían? —preguntó Alice con el ceño fruncido.

Iba a responder pero Eric fue más rápido.

—No —mintió lanzándome una última mirada antes de volverse hacia el resto. —Khai me dijo su nombre por mensaje y por lo que veo es la única nueva en el grupo —se encogió de hombros.

Después de esa pequeña conversación no terminé de comer, sentía un nudo en la garganta y lo único que podía hacer era mirar a Eric deseando que todo esto fuera otro sueño o una alucinación, pero era real, él era real y seguía con vida. No sabría decir si eso era bueno o malo pero cada vez que nuestros ojos idénticos chocaban sentía un tipo de electricidad que hace mucho no presenciaba.

No estaba igual que la última vez que lo vi. Dios, por supuesto que no estaba igual, hace años todavía éramos unos niños.

Se había dejado crecer una pequeña barba que hacía que su rostro se viera más serio y maduro, un tatuaje en su bícep derecho sobresalía un poco debajo de su camisa gris y aunque sus ojos seguían siendo del mismo color su mirada era mucho más dura y afilada que antes.

—...¿cierto, Max? —cuando me llamaron por mi nombre salí de mi ensoñación pestañeando rápido mirando a quién había hablado.

—Perdón, ¿qué? —me disculpé con Jade.

—¿Estás bien? Te ves muy pálida y no has tocado tu comida —dijo con la preocupación plasmada en su rostro.

—Sí, solo me duele un poco la cabeza. Creo que mejor me voy —intenté huir lo más rápido posible de ahí.

—¿Ves? Te dije que no te lo ibas a comer todo, ahora yo tendré que hacer el sacrificio por ti —dijo Milo. Le sonreí aún tensa y negué con la cabeza.

—Adiós, chicos. Fue un placer, de verdad —me despedí levantándome de la mesa.

—Espera, ¿de verdad te vas? puedo acercarte a tu casa por lo menos —habló Eric helándome la sangre.

—No te preocupes... —intenté decir pero me interrumpió.

—Por mi no hay problema, igual ya me iba.

—¿Te vas también? —preguntó Khai con su acento ruso.

—Si, lo siento. Prometo venir otro día. Nos vemos —se despidió él.

Inefable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora