CAPÍTULO NUEVE

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Esta es una actualización doble, si te salió este capítulo primero debes ir a buscar el anterior para entender. <3

-¿Amigos?-

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-¿Amigos?-

Nuevo día, nuevas desgracias.

La alarma de mi celular no sonó ya que anoche olvidé ponerlo a cargar y aún seguía en la mochila así que ya iba tarde. 

Me bañé y alisté lo más rápido que pude. Bajé las escaleras y me alivió no ver sangre ni ningún muerto cerca, lo más seguro es que papá ya estuviera en el trabajo. Entré a la cocina dispuesta a desayunar pero cuando vi la hora supe que no me daría tiempo así que solo me llevé una galleta para ir comiendo de camino a la universidad

Llegué apenas a la hora que tocaron el timbre para entrar a clases y choqué a unas cuantas personas hasta estar frente al aula de dibujo técnico. No sé si ya lo había mencionado pero estudiaba arte y literatura en una universidad local. 

Fui la última en entrar ganándome unas cuantas miradas pero por lo menos no me cerraron la puerta en la cara. Al fondo de la clase divisé una cara conocida y me senté junto a ella.

—Hola —saludé a la chica de al lado.

—¡Hey! —contestó Jade con entusiasmo y una sonrisa. —Ayer no te vi más después de la clase de arte. 

—Si bueno, surgió un contratiempo —me encogí de hombros. Ella entrecerró los ojos y una sonrisa pícara se instaló en sus labios. —¿Qué?

—Tal vez suene muy chismosa pero ayer te vi salir con el chico de allá —señaló con su cabeza discretamente detrás de mí y yo volteé en la dirección que señaló topándome con el perfil de Adam. Volví mi vista a Jade de nuevo. —Es guapo.

Confirmo.

—Nah —le resté importancia.

—Es cierto, no es guapo, es guapísimo. Mira su mandíbula... y sus tatuajes lo hacen parecer más malote. Me encanta ¿Cómo se llama? —negué levemente con la cabeza y reí nasalmente.

—¿Podemos no hablar de él? 

—¿No me vas a decir siquiera cómo se llama? Pensé que éramos amigas —se llevó una mano al pecho luciendo muy indignada. Rodé los ojos.

—Adam —contesté sin importancia.

—Adam —repitió su nombre como si estuviera saboreándolo. —Se oye muy... no lo sé, no me convence —. Se encogió de hombros e hizo un gesto para restarle importancia.

—Muy bien, chicos. Silencio, por favor, vayan a sus respectivos asientos—. Habló el hombre de mediana edad, dada por iniciada la clase.

Pusimos atención al profesor la siguiente media hora hasta que Jade suspiró y dejó caer la espalda en la silla.

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