CAPÍTULO DOCE

29 7 17
                                    

Antes de leer: este capítulo tiene diferentes puntos de vista, aviso para que no te confundas con la narración. ;)

-Espía-

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-Espía-


MAXINE

Ya era viernes, habían pasado unos cuantos días desde la última vez que vi a Adam.

Cuando llegué a casa después de pasar la tarde con Jade vi el auto de papá por lo que supuse que ya habría llegado. Entré por la puerta principal y el olor a vainilla y canela me recibió.

Mmm...

Ese olor solo se percibía cuando papá cocinaba.

Avancé hasta la sala y lo vi. Estaba serio y sentado en el sillón negro individual que se encontraba delante de una pequeña mesa de vidrio. En esta descansaba un florero con flores marchitas y unos cuantos papeles.

—Hola pa. ¿Cocinaste algo? Hue... —empecé diciendo pero me interrumpió.

—¿Dónde estabas? —su tono estaba sin una pizca de emoción.

Le contesté con una mentira:

—En la universidad, ¿por qué? —juro que intenté fingir lo más que pude.

—Es curioso que vengas de allá y justo haya llegado una carta con una llamada de atención por faltar a clases —tragué grueso y él tensó la mandíbula— Quiero la verdad, Maxine.

Mordí mi labio inferior mientras decidía que contestarle. Podría decirle la verdad... O tal vez disfrazarla un poco.

—Estos días no me he sentido muy bien así que he salido con un par de amigos a tomar algo a una cafetería de por aquí, solo eso.

—¿Y no puedes hacerlo los fines de semana o cuando las clases hayan terminado? Yo podría llevarte incluso —se puso de pie y caminó unos pasos en mi dirección.

—Sólo lo hago para despejarme un poco. Lo siento, no volverá a pasar y no es necesario que me acompañes como una niña, ya tengo diecinueve —rodé los ojos.

—Mira, sé que eres mayor de edad pero aún vives conmigo y por más que lo intentes sabes que no puedes cuidarte sola. No después de lo que pasó. —Lo último lo dijo en un tono más bajo.

—¿Por qué te esfuerzas en recordarme lo que hice o no hice en el pasado? —imquirí de mal humor.

—Porque esas cosas no se olvidan de un día para otro, Max.

—Últimamente todo me da lo mismo—me di la vuelta para caminar hacia mi habitación.

—No estás bien —detuve mis pasos—. Y por más que intentes hacerte la fuerte sigues estando igual.

Tragué grueso cuando sentí un nudo en la garganta. Me di la vuelta y caminé de nuevo hacia él, mirándolo fijamente.

—¿Cómo sabrás tú como estoy si lo único que haces es reprocharme sobre lo que pasó hace años? —susurré.

Inefable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora