Capítulo 4

500 52 2
                                    


Sintió que el corazón se le desbocaba.

Era una amenaza. No una simple amenaza, sino una destinada a ponerla de rodillas.

No era un ratoncillo de iglesia o una campesina que podía dejarse intimidar.

Había salido de una familia tan poderosa como la familia Uchiha.

—¿Se supone que debo tener miedo, señor Uchiha? —preguntó, cerrando los frascos y guardándoselos en los bolsillos—. Debe comprender que no es un adversario muy amenazador —haciendo acopio de todo su valor, continuó con frialdad—. Apenas puede caminar y no puede ver, y depende de todos para cuidar de usted. De verdad, ¿por qué debería estar asustada? ¿Qué es lo peor que me puede hacer? ¿Insultarme?

Él se echó hacia atrás en la silla.

—No sé si admirar su valor o apiadarme de su ingenuidad.

Suspiró para sus adentros y pensó que no habían empezado bien. Todo con él era una batalla.

—¿Apiadarse? —se mofó—. No sienta pena por mí. Es usted quien no ha trabajado en un año. Es usted quien necesita que otros lleven sus asuntos personales y profesionales.

—Se toma demasiadas libertades.

—No son libertades; son verdades. Si fuera la mitad de hombre que sus amigos dicen que es, no seguiría escondido lamiéndose las heridas.

—¿Lamiéndome las heridas? —repitió despacio.

—Sé que ocho personas murieron aquel día en Francia y sé que una de ellas era su hermano. Sé que trató de rescatarlo y sé que resultó herido al volver por él. Pero no lo recuperará matándose... —calló cuando él alargó la mano y le aferró la muñeca. Intentó soltarse, pero él no lo permitió—. Ningún contacto personal, señor Uchiha —dijo con firmeza—. Existen pautas estrictas para la relación paciente-enfermera.

Él rió, como si acabara de hacer una broma. Pero también la soltó.

Bajo Su Poder - AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora