🌧️Capítulo 24🌧️

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EREN

Volví varios minutos después con dos botellas de cerveza, para encontrarme con la sorpresa de que Levi, ya no estaba.

no se encontraba ni en la mesa en la que estábamos, ni en los alrededores, comencé a preocuparme porque sé que no le agrada mucho este ambiente. Pensé que seguro fue la baño, así que me dirigí justo ahí, pero tampoco estaba. Todas las personas a las que les pregunté si lo hablando visto, dijeron que no.

Volví a la sala y vi a mi amiga Sasha haciendo el ridículo con Connie (como siempre) así que decidí preguntarles también.

—Hola, chicos, ¿Has visto a un chico de cabello negro? —pregunté, conmocionado.

Sasha me miró y colocó su mano en su barbilla, pensando.

—¿Un tal Levi, medio enano, cómo de por aquí? —puso su mano por su hombro, marcando la estatura.

—Sí, sí, ese —afirmé.

—Um, sí, Historia lo estaba molestando.

—¿Historia?

Asintió.

—Por lo que escuché ella dijo algo sobre un compromiso y él le dijo "estúpida cornuda" —puso dos dedos en su cabeza, simulando cuernos—. Oh, y también dijo que te vayas al diablo.

—¿Qué dijo qué? — masajeo mi cabeza tratando de entender porque Historia tiene tan poca dignidad—. Por casualidad, ¿Sabes si le dijo con quien era el compromiso?

Me dirigió una mirada incrédula.

—Contigo, obvio.

Ah, mierda. Ahora sí la jodí.

Sabía que no debía dejar a Levi solo, él mismo me había dicho que no le gustan este tipo de fiestas y de igual forma lo obligué a venir. Pero Armin me había asegurado que Historia no vendría, ¡ya que se supone que no estaba invitada!

Saqué de mi bolsillo mi celular,  mientras caminaba hacia la puerta marcaba el número de Levi, llamé, pero no contestó, llamé de nuevo, cortó. Obviamente estaba ignorando cada una de mis llamadas, ya que siempre tiene su celular a mano y no daba apagado. Volví a llamar reiteradas veces, pero seguía sin atender. Salí de la casa de Armin, más corriendo que caminando, y  seguí el mismo camino por dónde vinimos. Busqué una parada de autobús, ya que probablemente Levi, optaría por irse en uno a ciegas, a volver y dejarme que lo llevé.

Fui más estúpido por traerlo a un lugar que no conocía y, con la personalidad de Levi, era obvio que en situaciones como esta se iría sin decir una sola palabra. Oh, bueno, sí dijo algo: Vete al diablo. 

Caminé al rededor de diez minutos, pero seguía sin encontrarlo. Por la ruta pasaban muchos autos, rápidos y de diferentes modelos, ya que era sábado y no era muy tarde. El recuerdo de la vez que encontré a Levi herido y la impotencia que sentí al no poder ayudarlo volvieron a mi mente como un balde de agua fría y mi pánico se intensificó. Intenté llamarlo otra vez, pero igual no atendió. Caminé unos pasos más y volví mi mirad hacia la otra mano de la calle, entonces lo vi. 

Estaba sentado en el banco de parada, con sus piernas al pecho y sus brazos al rededor de ellas,  un cigarrillo a mitad consumir adornada su mano derecha, y en la otra, su celular, ignorando mis llamadas. Genial, ahora me siento peor. Crucé la calle corriendo. 

—Levi. — Llamé, y él me miró, con su característico ceño fruncido.  

—¿Qué haces aquí? —preguntó bruscamente cuando me vio—. Olvídalo, no me importa.

ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora