5 - Malentendidos

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Iggy llevaba saliendo con esta persona desde hacía un mes; y desde entonces no paraba de hablar sobre ello. Denominaba a dicha persona (y no precisamente en reducidas ocasiones) como el "amor de su vida", sin pizca de vacilación. Igor casi ya ni la veía en casa; y los departamentos de sus respectivas carreras estaban muy alejados entre sí, aunque aparentemente sucedía lo contrario con su pareja. No le molestaba, sin embargo; ella se veía tan feliz que no se permitía decirle nada que le arruinara su etapa de luna de miel. Por aquella misma decisión de mantenerse al margen hasta que se estrellara contra la pared por su cuenta para él ayudarla a recoger sus piezas, era que no conocía ni el nombre de la persona; aparte de las descripciones físicas que no le ayudaban en absoluto a hacerse una imagen clara.

– ¡Tendrías que verlo! – Solía expresarse al surgir el tema – ¡Es que...no se! No sé cómo explicarlo. Tiene unos ojos tan...tan inteligentes y maravillosos; de un color gris que te juro ¡Te juro, hermano! Que cambian de color según la iluminación. Su cabello platino tiene este don de hacerte querer hundir tus dedos en ellos, ¿comprendes?

– No creo comprenderlo bien, linda. – decía, medio burlón.

– Y... ¡Y! Oh, su altura es un poco por debajo del promedio, pero yo lo considero un atributo adorable. Me siento tan bien con su compañía que... estoy en paz. Solo eso. Es fantástico.

– Ojos sabios, estatura reducida y cabello gris – enumeraba Igor, levantando un dedo a cada característica – ¿Es idea mía o estás describiéndome a un anciano?

Pero Iggy, risueña como no la había visto jamás, ignoraba sus sutiles advertencias de andarse con cuidado. No iba a mentir, estaba un poco harto.


. . .

Donnie, por muy inverosímil que pareciese, estaba en una relación. Era tan reciente que apenas había escuchado que tenía el pelo rojo y una perpetua amabilidad. Había conocido a "su corazón" en la universidad, y desde entonces su hermanita se había vuelto un fantasma que se aparecía en casa únicamente para dormir. Exi tenía pues, mucho tiempo de sobra para emplearlo en sí mismo, lo cual era genial en primera instancia ¿pero a quien podría engañar? Estaba un poco celoso. Su genoma de hermano menor le cosquilleaba resentido al saber que existía otra persona a parte de él al cual Donnie consideraba como "la más fantástica que he conocido" ¡Maldita traidora! ¡Nos conocemos desde que naciste!

Aun así, era incapaz de intervenir. Ansiaba conocer a esa persona de un modo casi lunático. Su neurótica y suprimida conducta controladora podría manifestarse sin que lo quisiese, y ahí sí que perdería por completo la estima de su hermana. Por ello, aunque no desease como un loco, no se permitía hacer demasiadas preguntas. A parte, verla tan radiante, alegre y ¿enamorada? Apaciguaba de inmediato sus infundados celos, queriendo genuinamente que sea algo duradero. Es decir, ¿Cómo no podría? La veía escribir distraída las iniciales "I + D" en sus libretas de cálculo y hasta él mismo se sonrojaba.

¡Pero diablos! ¡Al menos quería saber cómo se veía el maldito!

– ¡Dame una pista! – Suplicaba él, desesperado – ¡Ni siquiera tiene que ser algo físico!

– Bien. – Accedió ella un día, a medio informe redactado – Tiene una espléndida sonrisa de torre de pisa.

– ¿Hablas de...torcida?

– Es una manera poética de decirlo, hermano. – Comentaba, riéndose – No es algo malo. Podría alumbrar el fondo del mar entero con ella. Su sonrisa enseguida hace que me ponga de rodillas.

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