1 - Piratas

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Hace días que no se presentaba algún viento fuerte que pudiera acercarlos a la costa; así que temprano había que hacer los preparativos para que la ya hastiada tripulación remara todo el día hasta la hora de cenar. En el mástil, La Capitana Iggy observaba impetuosa, con cada día pasado acentuando aún más su mueca de preocupación. Ella, por decirlo de cierta forma, era el corazón del barco; por lo que si demostraba leve inquietud, los demás ya estaban completamente desesperados. Ahí es cuando aparecía el Primer Oficial Igor, con su mueca de fastidio y sus órdenes absurdas para mantener sus mentes ocupadas y que no terminaran arrojándose por la borda. (Aunque el mismo quisiera hacerlo de vez en cuando.) Juntos intentaban mantener a flote el barco, luchando con las corrientes del Pacifico; o en este irregular caso, a la falta de ellas.

Reunidos en su camarote conjunto, se disponían a comenzar la confidencial reunión que estaban obligados a realizar. Como era de esperarse, Iggy abogo por su equipo. Olía fuertemente a sal y a madera.

– ¡Tenemos que detener esto! La tripulación ya está cansada de remar día tras día. No podrán aguantar mucho más así.

– Seguramente recuperaran energías si les decimos que de ello depende su vida, hermana. – respondió Igor, algo incómodo por tener que poner las cartas sobre la mesa de esa forma tan abrupta.

–Debe haber algo que podamos hacer... – indago ella, sin ninguna idea en particular.

– ¿Y qué propones? – inquirió. Hubo un silencio. – Capitán, nuestro navegante murió, al igual que su brújula. Sin mapa y sin vientos, la única manera que tenemos de llegar a tierra firme es de esta manera. Tal vez no toda la tripulación llegue...

– ¿A qué te refieres? – Con una marcada mueca de horror, comenzó a caminar por la habitación. Compulsivamente sus botas empezaron a traquetear el piso. Sin estar del todo seguro, el Primer Oficial continúo con su sugerencia.

–Sólo digo que debemos prescindir de algunas cabezas para salvar las nuestras.

– Me niego – manifestó sin dejar espacio a duda – ¿Y los prisioneros de guerra?

– Los liberamos, ¿Recuerdas? – rememoro, sonriendo irónicamente. – Dijiste que era inhumano tenerlos esclavizados y los dejaste en aquella playa dos islas atrás.

–... ¿Y ahora? –Se frenó, acaparando todo el aire que cabía dentro de ella – No podemos tenerlos remando para siempre.

– No lo sé. Ya se están comenzando a quejar. De un momento a otro explotara una revuelta. Si eso ocurre, todos moriremos en menos de una semana.

– ¿Provisiones?

– Casi acabándose. Tres días como mucho.

– ¡Cielos, Igor! – Exclamo, perdiendo los estribos – ¿Quieres, por favor, darme alguna buena noticia hoy?

Antes de que pudiera responder, fueron interrumpidos por un alterado subordinado que sin previo aviso, arribo a la reunión. Se disculpó profunda y brevemente, para hacerles llegar la noticia de que unos polizones se habían colado en el barco.

– ¿Cómo? ¿Adonde? – A Iggy ya le estaba dando migraña. Perfecto.

– A la despensa. Al parecer un pequeño bote se anclo a nosotros y ellos entraron sin que lo notáramos. Noquearon a cuatro de los nuestros, pero logramos apresarlos.

– ¿Dónde están ahora? – preguntó Igor, naciéndole un tic en el ojo junto a unas inmensas ganas de probar carne humana.

– Los amarramos al mástil.

Ambos, Capitán y Oficial marcharon deprisa a cubierta, con el enfado saliéndoles por el oído. En cualquier otro momento pudieron haberlo dejado pasar; incluso convidarles una cena; pero en estas circunstancias y con esos antecedentes, toda la tripulación al verlos llegar tuvo la adecuada certeza de que habría una carnicería. Dos figuras, las dos trémulas, también se les ocurrió aquel pensamiento.

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